Cuento para Pensar - "La Aguada"



Cerca de la aguada, del otro lado del río Colorado, había una toldería. Era una tribu tehuelche que se había afincado no hacía mucho tiempo en esas tierras, provenientes del lejano sur patagónico.

Tenían algunas ovejas y buscaban agua abundante. Huían de los rigores del frío y de la cruel violencia del viento que había curtido sus rostros que tenían el color de la tierra húmeda.

Pero la vida les tenía reservada una dura prueba que no esperaban. Un grupo de soldados irrumpió una noche por sorpresa en el campamento, para recuperar esos terrenos cerca del agua, arrasando a la indiada y destruyendo todo a su paso.

No mataron a ninguno pero dejaron a la gente a la intemperie y robaron sus provisiones y sus caballos.

No gastaron ninguna bala porque después de semejante despojo, suponían con razón que la naturaleza se encargaría de ellos.

Pero los indios conocían bien esos lugares, que habían recorrido muchas veces en sus andanzas y recordaban que no muy lejos había unas cuevas naturales cerca de un arroyo.

Se encaminaron hacia allí en caravana, favorecidos por un inusual clima templado para esa época y la ausencia total de viento.

Una tropilla de caballos salvajes se les cruzó en el camino y con rara mansedumbre los siguió hasta su destino y encontraron un jabalí perdido que casi no se resistió a convertirse en una suculenta cena, cubriendo las necesidades de la gente que desfallecía de hambre.

Finalmente llegaron y descubrieron que esas cavernas habían sido el refugio de otra tribu de indios que habían abandonado allí algunas pertenencias.

En poco tiempo estaban todos instalados, mucho mejor que en la toldería que habían perdido, cerca del agua y rodeados de una vegetación rica en frutos silvestres, mientras los caballos se aquerenciaban en las inmediaciones, asegurándoles las condiciones para una buena caza.

Era una noche de luna llena; el cacique reunió a su gente alrededor de la hoguera y realizó su acostumbrado ritual para conectarse con los espíritus de sus ancestros.

Les agradeció la incursión de los soldados en la toldería que resultó ser providencial y beneficiosa para ellos.