Imaginario Final para Sherlock Holmes



Sherlock Holmes, personaje de ficción creado por el escritor británico Arthur Conan Doyle, fue tan convincente, real y admirado por los lectores que su autor fracasó cuando quiso escribir otras novelas con otros personajes y tuvo que mantenerlo vivo y seguir relatando sus peripecias durante muchos años.

Derribar a Sherlock Holmes de su pedestal fue difícil e imaginar el final de su vida como investigador privado más difícil aún, sin embargo no deja de ser un desafío para cualquier escritor.

A mi juicio una salida elegante y digna de una vida dedicada a la investigación de delitos para ayudar a la justicia, podría ser la siguiente:

El Dr.Watson se había jubilado y fue entonces cuando Sherlock Holmes, sin el apoyo de su fiel amigo, comenzó a pensar en la posibilidad de su propio retiro.


Estaba harto de Londres, la neblina, la lluvia y la mentalidad encorsetada de la gente.

Su aspiración era terminar con su carrera resolviendo un caso difícil. Esta posibilidad lo obligaría a agudizar su ingenio y a probarse a si mismo de que se retiraba en su mejor momento.

Ese mismo día se presentó en su casa una bella y extraña mujer muy bien vestida, para pedirle que investigara la reciente muerte de su marido, desaparecido en sospechosas circunstancias.

Sherlock Homes la observó detenidamente y se dio cuenta que debajo de la indumentaria elegante y costosa se ocultaba una mujer vulgar que se atrevía a aparentar ser distinguida.

Se mostraba muy afectada por la pérdida, que aunque la había convertido en millonaria, no parecía ser circunstancia suficiente como para mitigar en parte su dolor.

Holmes aceptó el reto y mientras besaba la mano de su cliente, antes de que se retirara, pudo observar el aspecto de su piel, descuidada y rústica, condición extraña en la esposa de un hombre acaudalado.

Posteriormente pudo constatar que el fallecido era muy anciano y que se había descubierto que su muerte se había producido por envenenamiento con arsénico, veneno que utilizaban comúnmente en esa época las viudas negras, para simular la muerte de sus esposos debido a una aparente enfermedad crónica.

Como la aflicción de la mujer le pareció desmesurada y su dolor fingido, debido a la avanzada edad de la víctima y del poco tiempo que habían vivido juntos, su investigación lo llevó a París, donde pudo localizar al primer esposo de la viuda, que curiosamente vivía más que holgadamente sin trabajar y sin tener fortuna propia.

A pedido de Holmes la policía procedió a la detención del sospechoso para interrogarlo.


Al incurrir en algunas contradicciones durante el procedimiento, la policía dispuso solicitar una orden de allanamiento para registrar su domicilio.

Encontraron arsénico, escondido en una valija, el mismo veneno utilizado para matar a la víctima, prueba suficiente como para conceder a las autoridades británicas su extradición para ser procesado en el lugar del hecho.

También se descubrió que su ex mujer, había trabajado de mucama en un lujoso hotel de París y que había aprovechado esa oportunidad para hacerse pasar por una gran dama usurpando la identidad de una distinguida huésped que se alojaba en el mismo hotel.

El anciano fallecido, al conocerla, se había sentido muy atraído por su seducción y no pudiendo resistirse a su encanto la desposó.

Su ex esposo participó en la conspiración haciendo desaparecer misteriosamente a la elegante dama, cuya identidad le sirvió de anzuelo.


Esta mujer ingenuamente, trató de confundir a Holmes solicitándole la aclaración del crimen, e incurrió en el error de subestimar sus méritos.

Así, gracias a la pericia de Holmes, los dos farsantes terminaron entre rejas y se logró hacer justicia.

Satisfecho con su último trabajo, Holmes preparó su equipaje, abandonó Inglaterra y se radicó en una hermosa isla del Caribe donde se dedicó a escribir sus memorias.