El Castigo a los Niños



No es fácil criar niños hoy en día, cuando desde su más tierna infancia lo primero que aprenden es a decir “esto es mío”, y el sentido de la propiedad en esta sociedad consumista está exacerbado.

El sentido de propiedad parece ser innato en el hombre, es el instinto de territorialidad, causante de tantos males en el mundo.

Los hermanos se pelean por sus correspondientes pertenencias, sus juguetes o sus ropas desde muy chicos y posteriormente, cuando crecen se disputan las herencias.

Más adelante, si tienen poder político, defienden sus territorios o tratan de conquistar y expandirse a otros.

La familia es un grupo y funciona como una pequeña sociedad donde también existen las reglas y las jerarquías.

Los hijos que se adaptan y que cumplen con sus obligaciones son como los ciudadanos de un país, pueden desarrollarse y crecer, tener mayores oportunidades y beneficios y vivir más tranquilos, en tanto que los que no se adaptan y se rebelan o protestan, pierden tanta energía que se atrasan, rinden menos, sufren más y son castigados.
Vivimos en una sociedad injusta donde sólo se puede cambiar lo que puede ser cambiado, donde para poder vivir debemos aceptar lo que no se puede cambiar y donde tenemos que utilizar la inteligencia para reconocer la diferencia.

El castigo familiar lo ejerce el que tiene la autoridad, que puede ser el padre o la madre.
La expectativa de rol de un padre en nuestra sociedad, es el ejercicio de la autoridad y la función de proveedor, mientras la de la madre es la de proteger y cuidar a los hijos.

Cuando el padre no tiene autoridad la madre entonces debe ejercer la doble función de madre y padre.

Autoridad significa el poder para poner las reglas y hacerlas cumplir, no implica ordenar ni mandar, sino reglamentar y controlar.

Cuando en un hogar no hay reglas y sólo castigos, impaciencia y malos tratos, los niños crecen en un ambiente hostil y sin límites que puede ocasionarles serios trastornos para su desarrollo.

Lo mismo pasaría en una sociedad donde no existieran leyes ni fuerzas de seguridad que las hagan cumplir, se cumpliría la ley del más fuerte y se matarían unos a otros.

Castigar a un niño físicamente no cambia su comportamiento porque seguirá haciendo lo mismo, pero evitando que lo vean.

Cuando un niño comete una trasgresión a las reglas que existen en el hogar, hay que hablar con él, preguntarle por qué lo hizo, qué le pasaba, etc., o sea, como en la sociedad, se le deberá dar la oportunidad de defenderse para administrar justicia.

El castigo no deberá ser físico, como tampoco es físico el castigo que se les da a los procesados de delitos graves, en una sociedad donde no existe la pena de muerte; sino que tiene que ser el adecuado, privándolo de su libertad para salir a jugar o bien de ver televisión, debiendo no ser ni muy severo ni muy leve como para que tanto los padres como él lo puedan cumplir.

Las penitencias deberán ser aplicadas con mucho rigor evitando caer en la tentación de ser tan blando como para no mantenerse firme.

La firmeza es una condición indispensable y útil para todo padre que desee tener hijos sanos y responsables.

El niño que recibe castigo corporal se acostumbra a los golpes y no aprende, creando ese maltrato un resentimiento que lo convertirá en una persona agresiva y pendenciera. Además los castigos son vividos como una humillación provocándole pérdida de autoestima en todos los casos.

Con el castigo físico todo niño aprende a castigar en el futuro a sus propios hijos.