La Rutina en la Pareja




Rutina significa una costumbre arraigada, el hábito de hacer las cosas por pura práctica y sin pensarlas.

La vida exige la práctica de una rutina, que son conductas casi automáticas que nos ayudan a no pensar todos nuestros comportamientos, ya que si lo hiciéramos nos volveríamos locos.

Es por eso que somos capaces de estar haciendo una cosa y pensando en otra, mecanismo normal pero que puede resultar peligroso si exageramos con nuestros automatismos.

Vivir en pareja significa incorporar a nuestra rutina diaria a una persona que amamos, de manera que se cambia una rutina por otra.

La rutina es inevitable porque todos los hechos que se reiteran todos los días tienden a hacerse automáticos.

Sin embargo, tenemos la capacidad de cambiar estas rutinas para que no se conviertan en costumbres o hábitos, siendo conscientes de cómo nos comportamos y tratando de darles una característica diferente.

Lo único que nos saca de la rutina es el crecimiento personal, porque el hábito es producto del estancamiento y el cambio es la única forma de no caer en él.

La rutina es el no cambio, la posibilidad de prever lo que va a ocurrir con la certeza de que es lo que ocurrirá siempre que nos quita toda oportunidad de esperar un imprevisto, una novedad o emoción nueva.

La rutina es una película que hemos visto mil veces, ya no nos conmueve porque sabemos todo de ella y hemos perdido todo el interés.

Una conducta es verdaderamente nueva cuando no está relacionada con una conducta anterior y la mejor relación de pareja es la que cambia, crece, la que da lugar a la construcción de una historia, la que por todo eso, todos los días sigue siendo nueva y fresca.

Lo peor para una pareja son las frases hechas, el estancamiento, los hábitos arraigados, los pensamientos esclerosados, las ideas fijas, las estructuras fosilizadas, los juicios, las condenas, las amenazas, los celos y la envidia.

La rutina en una pareja se construye a partir de la idea de creer que tenemos a las personas que queremos seguras, que es el sentimiento de ser dueño de algo y que hace que no necesitemos hacer nada nuevo para mantenerlo.

Se entra en una rutina cuando ya no se valora el hecho de cambiar y se llega a creer que siendo siempre igual la vida tampoco cambiará.

El que no crece y pierde la posibilidad de sorprender, negándose a aceptar nuevos desafíos, contamina con su inoperancia su vida en pareja y se arriesga a perderla.