El mediocre




La mayoría de la gente dedica todo su tiempo a cumplir con obligaciones urgentes y esa rutina cotidiana les llega a ocupar casi todo el día, de modo que finalmente las personas terminan olvidándose de si mismas.

El olvido de si mismo tiene un costo muy alto, dejamos de cultivarnos y de mejorar cada día.

El miedo y la inseguridad hace que la gente se refugie en la aparente certidumbre de la rutina y sin darse cuenta sigue engrosando la fila de los que corren todo el día detrás de las mismas cosas, renunciando a sus propias metas y ambiciones.

El conformismo es cómodo pero vacío de contenido; un vacío que se hace cada vez más grande a medida que se pierden las esperanzas de ver concretados los sueños.

Y así es como muchos se convierten en mediocres, el que está tratando de cumplir con todos y se olvida de si mismo.

Elevarse sobre la mediocridad exige un esfuerzo y la audacia suficiente como para arriesgarse sin miedo a perder, porque el que tiene miedo al fracaso es el que se declara derrotado antes de competir.

Todos tenemos ideas creativas, el problema es llevarlas a la práctica. Lo que muchos no saben es que una buena idea puede interesarle a mucha gente que puede estar dispuesta a colaborar para realizarla.

Si pretendemos tener una idea y concretarla solos, estamos equivocados, porque esta forma de pensar representa una limitación y se reduce a los propios escasos recursos, por lo tanto, la idea se transforma en otra cosa diferente, algo que se le parece de menor valor para poder hacerlo con dinero propio, perdiendo así la esencia y la posibilidad de convertirse en el hecho auténtico que nos represente.

Toda nueva empresa o emprendimiento comienza con una idea, luego esta idea, si es buena, captará el interés de otros que pueden ayudar a llevarla a la práctica.

Pero para lograr esto hay que estar dispuesto a cambiar desde adentro, pensar en grande, atreverse, incursionar en lo desconocido.

A veces el perfeccionismo cierra muchas puertas a la creatividad. El miedo al fracaso impide centrarse en lo importante y se pierde de vista lo principal perdiendo el tiempo en los detalles.

Las personas que se niegan a crecer pierden también sus relaciones. ¿Quién está dispuesto a estar al lado de alguien que siempre es igual, que no cambia, que termina siendo como un decorado más del escenario hogareño?

Lo que más se admira de una persona es su espíritu para intentar las cosas no tanto si tiene o no tiene éxito.

Pero la mayoría de la gente se concentra en los resultados y se descalifica de entrada, proyectan su inoperancia en la sociedad, la falta de oportunidades, de relaciones influyentes, todas excusas que lo liberan de su responsabilidad de intentarlo.

Los mediocres sin embargo son útiles para los pícaros que los utilizan para sus propios fines, porque son personas que aceptan adherirse a cualquier filosofía aunque no la compartan o que no entienden pero que están dispuestos a apoyar para no pensar por si mismos.

Es verdad que estamos todos muy cansados y que la vida se complica cada día más, pero cuando estamos haciendo lo que nos gusta es diferente, el tiempo se detiene y nos sumergimos en una dimensión personal que nos hace sentir plenos, con la convicción de estar haciendo lo correcto.

No se trata de lograr el éxito y que todos nos conozcan, se trata de tener la oportunidad de intentar lo que nos proponemos para sentirnos bien y orgullosos de nosotros mismos.

Einstein dijo, la vida es peligrosa no por los que hacen el mal sino por las que se sientan a ver lo que pasa.