Suegras Entrometidas

Desde épocas ancestrales el personaje de la suegra, con razón o sin razón, dio lugar a un mito, el de la suegra entrometida.

Todos sabemos que para una madre que se aprecie como tal no hay nadie mejor que su propio hijo o hija, por lo tanto, les dedica su vida, y se gana el pleno derecho de intervenir en sus vidas hasta que la muerte los separe.

Ese amor incondicional siempre tiene un precio para los hijos, el precio de la libertad y aunque la mayoría de las madres crean que su conducta no condice con el antiguo mito, difícilmente puedan jurar que nunca en ningún momento no sintieron la tentación de inmiscuirse en los problemas de sus hijos, ya sea para aconsejarlos, para controlarlos, para evitar que cometan errores, que se equivoquen y poder así tener la ilusión de que sólo su intervención puede salvarlos.

En realidad las suegras no saben, o mejor dicho, no quieren saber ni recordar, que se aprende más de los errores que de los aciertos y que es mucho mejor que sus hijos aprendan con la experiencia.

Los suegros son por lo general más indiferentes y hasta pueden ser hostiles, si todavía no han podido vencer los celos que les tienen a sus hijos por acaparar la atención de su mujer.

La escuela de la vida nos coloca en el lugar de suegra y es en ese momento cuando nos damos cuenta que aunque uno no quiera ser igual,  puede volver a cometer los mismos errores con las propias nueras o yernos que le tocan.

Es que las suegras ven la realidad con otros ojos, tienen más miedo, se preocupan más, se aferran a la necesidad de estar seguras que estén bien sus hijos y que nada les va a pasar si ellas controlan las cosas.

No saben que lo mejor es hacer con los hijos adultos lo mismo que hay que hacer con los hijos adolescentes, no obligarlos a pensar como uno ni entrometerse en su intimidad con la excusa de que los están cuidando; sino limitarse a cumplir el rol de padres que crecen con él, y luego rezar.

Cuando ponemos a Dios antes que nada, desaparecen los problemas entre esposos, padres, hijos,suegras, nueras y yernos.

Malena Lede (Psicóloga)