Cartas de Amor y Odio




Querido Carlos,

Esta carta debería haberla escrito antes pero no pude, no quise o no supe hacerlo.

Cómo decirte que acostarme contigo se ha convertido para mí en un suplicio. No es que no te ame, mi amor por ti está intacto, y eso es lo más doloroso, porque te quiero como a un hermano, o a un padre o como se puede querer a un hijo.

Hasta ahora pude fingir en la cama, pero ya basta, porque no puedo soportarlo.

No creo que pueda querer a otro como te quise a ti, hace años, en cuerpo y alma; cuando de sólo verte sentía mariposas en el estómago.

No se quién tiene la culpa, si es que hay culpables, tal vez fui yo, que demasiado concentrada en mi trabajo te dejé de lado; pero sinceramente me aburre todo lo que dices, cuando tienes ganas de hablar, cosa que no ocurre con frecuencia.

Además, eso de quedarte dormido cuando con entusiasmo te estoy contando algo, no lo aguanto más, porque me he dado cuenta que es tu mejor forma de pedirme que no siga diciéndote cosas que no te interesan.

He descubierto con los años que somos dos extraños, cada uno en su mundo tratando infructuosamente de conectarse de vez en cuando.

Creo que el amor se enfría cuando no hay ninguna compatibilidad, como es nuestro caso, aunque antes eso no me importaba y sólo esperaba el momento de abrazarte.

Te confieso que el futbol jamás me gustará, que los comentarios deportivos nunca me interesarán y que los programas zafados y chabacanos tampoco, aunque se universalicen y no haya otra cosa para ver.

De modo que lo que me espera es pasar los momentos que tenemos para estar juntos, viendo mi propio televisor sin la esperanza de poder compartir ningún programa.

Me pregunto cuánto hace que no salimos a comer a un lugar que me sorprenda, porque tu brújula sin excepción te orienta hacia la parrilla que más te gusta, sabiendo que soy vegetariana.

Es inútil, me he convencido que todos los hombres son iguales, porque también mis amigas se sienten del mismo modo, al lado de un extraño que sin duda prefiere estar solo.

No creo que exista mi alma gemela para intentarlo de nuevo, pero si así fuera nos veríamos solo de vez en cuando y entonces sería una fiesta, donde ocurrirían cosas inesperadas, nos escucharíamos con interés, tendríamos afinidades y no tendría que aguantar un ritual de apareamiento que ya conozco de memoria y que me obliga a apurarme cuando se que no puedo.

No sé como pude durar contigo tanto tiempo, tal vez me aferré a la idea que algún día las cosas podrían ser de otro modo y no que te convertirías para mi sólo en un par de zapatos cómodos.


Querida Laura,

Acabo de leer tu carta y todavía no lo puedo creer. Me convenciste que todos estos años estuve viviendo con una desconocida.

Jamás me imaginé que mientras demostrabas ser feliz y que me amabas, por dentro me odiabas y eras desdichada.

¿Por qué nunca me dijiste nada? ¿Por qué fingías en la cama? Me siento tan frustrado, principalmente porque no me diste la oportunidad de hacer algo.

Estoy tan cansado, hoy no tuve ni tiempo ni ganas de almorzar porque me enteré que en la empresa están despidiendo personal y yo soy uno de los primeros en la lista.

Mientras manejaba me consolaba pensar que estarías como siempre esperándome en casa.

Es cierto que a veces las cosas pasan todas juntas y no le queda a uno tiempo para pensarlas.

Pero no quiero que tengas lástima y sigas mintiéndome. Estoy dispuesto a enfrentar este problema y resolverlo definitivamente, ya sea para empezar de nuevo y seguir adelante juntos los dos; o para quedarme solo. Aunque no se si podré volver a creerte porque nunca fuiste sincera.

Yo se que es difícil hablar de nuestros desengaños, porque yo también tuve los míos, pero siempre me callé porque te amo; y porque siempre quise aceptarte como eres, con todos tus defectos que no son pocos.

¿Acaso crees que a mi no me duele cuando me ignoras, cuando sales con tus amigas y me dejas solo, cuando te quedas con la computadora hasta las cuatro de la mañana mientras yo como un idiota te estoy esperando en la cama?

Siempre fui el último en tus opciones, primero estaban los chicos, luego tu mamá y tu hermana, después todas tus amigas y por último yo, que soy el que paga todas las cuentas de la casa, la peluquería, la empleada con cama y la última cirugía estética de tu cara.

Pero no importa, ahora si me despiden y decides quedarte conmigo tendrás que mantener la casa, y también si te vas te tendrás que arreglar con lo que ganas.

Veremos dónde me invitas a cenar cuando tengas que pagar tu el restaurante, seguramente me llevarás donde vamos siempre, a la acostumbrada parrilla, a la vuelta de casa.
Cuento publicado con el seudónimo Malena2005, para el Foro de Cuentos del diario "La Nación", escrito por Malena Lede.