Criptograma Literario



Se trata de una forma literaria cifrada que obliga a guardar ciertas reglas que se especifican de antemano. En este caso se requiere que sea respetado el orden de las letras del alfabeto desde la A hasta la Z, en cada una de las frases que componen el cuento seguidas por un punto.

El Pintor de Cuadros

Alberto Vivaldi, era un pintor amante de su trabajo que alquilaba una pequeña pieza en una casa de Valparaíso desde hacía tres años; y aunque la casa era muy antigua y las comodidades brillaban por su ausencia, podía gozar de una maravillosa vista desde la ventana que incentivaba su placer por la pintura.

Bajaba a la playa todos los veranos para vender sus cuadros con poco éxito, porque la temporada veraniega atraía a muchos pintores y los turistas no eran muchos.

Cuando esa mañana empezó a llover, se refugió en una casa de remates que no conocía. Chile se llamaba, y nunca la había visto.

Detrás de un mostrador dejó sus pinturas. Encontró un asiento en la última fila de sillas que había en el salón y se sentó cómodamente en una de ellas.

Fue el mejor lugar para quedarse dormido, ya que tenía sueño atrasado.

Gente que vociferaba afuera de pronto lo despertó sobresaltado; y entonces se levantó presuroso de su asiento para ver qué pasaba.

Había ocurrido algo inesperado que casi no podía creer.

Increíblemente estaban rematando sus propios cuadros; esos que había dejado detrás del mostrador y que alguien los había retirado de allí y se los había entregado por error al encargado del remate.

Justo cuando se incorporaba de su asiento, vio como se vendía el primero de ellos en dos mil dólares, cifra que jamás habría podido concebir, siendo muy optimista.

Kilómetros había tenido que caminar por la playa para venderlos a sólo cincuenta pesos, a los pocos turistas que se dignaron apreciar su obra.

La gente en el salón parecía muy interesada e incluso dos clientes se estuvieron disputando la compra un buen rato.

Mágicamente se vendieron todos, dejando al afortunado pintor casi sin aliento.

Ninguno lo molestó con preguntas inoportunas que no hubiera podido responder, tanto era el entusiasmo que lo embargaba.

Ñandubay se llamaba la empresa que ni bien terminó la subasta se apresuró a pagarle el total de la venta al contado, la increible suma de treinta mil dólares.

Olía a tierra mojada cuando pudo salir de ese lugar como transportado por una nube mientras el público lo aplaudía.

Parecía que todo no había sido más que un sueño y comenzó a caminar por la calle como hipnotizado mientras miraba absorto el empedrado.

Quiso guardar el dinero en lugar seguro ya que nunca había ganado tanto.

Rápidamente se encaminó hacia un banco, ese que había visto al pasar que le pareció que quedaba más cerca.

Salió de allí con una tarjeta de crédito en un bolsillo y dinero en efectivo en el otro, feliz y satisfecho, como todo el que hace algo bien hecho.

Tomó un taxi sintiéndose por primera vez alguien importante y se sentó cómodamente en el asiento de atrás mientras el conductor lo miraba sin ningún disimulo.

Ubicó un hotel cinco estrellas, el mejor del lugar, y cuando estuvo frente al conserje le pidió la mejor suite que tuviera.

Ventanales con vista al mar y terraza con jacuzzi tenía la habitación que le dieron, justo como él quería.

Walter sería a partir de ese día su nombre. Xamandú su apellido. Ya no tendría que bajar a la playa nunca más para vender sus cuadros. Zambrano, el rematador, se encargaría desde ahora de todo.

Cuento publicado en el Foro de Cuentos de La Nación, con el seudónimo Malena2005, escrito por Malena Lede, distinguido como mejor cuento de la semana.