Gripe Porcina



Esa mañana me levanté con dolor de garganta y desganada, pero afortunadamente no estaba afiebrada.

No sabía qué hacer, si ir a trabajar o quedarme, para prevenir empeorarme.

Después del desayuno me sentí mejor, pero me di cuenta que también tenía tos.

Llamé al servicio de emergencia pero me dijeron que había doce horas de demora porque había colapsado el servicio de urgencia.

Mi médico de cabecera no atendía el teléfono y todos mis amigos estaban trabajando.

Pero como después de todo no estaba tan mal, decidí abrigarme bien e ir a trabajar, poniéndome un barbijo para no contagiar.

Ni bien llegué les dije a mis compañeros de oficina que se mantuvieron alejados para protegerse del contagio.

Pero el problema era que yo no paraba de toser y con el barbijo en la cara sentía que me ahogaba.

Decidí sacármelo cuando me di cuenta que empeoraba, cuando nadie me miraba, escondiéndome detrás de los expedientes como una delincuente.

Las horas pasaban y mi tos parecía una bronquitis y me di cuenta que también tenía laringitis.

No podía hablar, y apenas podía respirar detrás del cuarto barbijo que esa mañana me disponía a utilizar.

De mi trabajo sólo hice lo que pude hasta que mi jefe se acercó, justo en el momento en que me daba un ataque de tos.

Me preguntó si lo que me había dado estaba terminado, y le contesté que no, que apenas lo había comenzado.

Me gritó que no era la primera vez que estaba decepcionado y que por esa razón estaba seriamente disgustado.

Me saqué el barbijo y le mostré que estaba enferma, que seguramente había contraido gripe porcina y entonces me pidió que abandonara urgente la oficina.

Como respuesta sólo me puse a toser, con tan mala suerte que creyó que lo quise ofender.

Es el día de hoy que todavía no lo puedo entender, porque fui prácticamente despedida de mi trabajo por toser.

Cuento publicado en el Foro de Cuentos de La Nación, con el seudónimo Malena2005,
escrito por Malena Lede