La Guerra del Fuego




El incendio había sido devastador y se había extendido hasta la orilla de un profundo río, y todavía quedaban focos sin apagar y hasta se podía ver a algunos hombres que se habían salvado del siniestro, recogiendo las brasas con la ayuda de algunas ramas.

Del otro lado del agua, la vegetación permanecía exuberante y mujeres y niños sentados en el suelo observaban la escena detrás de la neblina producida por la humareda.

El resto era silencio y quietud y ni siquiera una leve brisa se atrevía a interrumpir el duelo obligado de los pájaros.

Tenían que apurarse para pasar a la otra orilla porque el humo se había elevado lo suficiente como para divisarlo desde lejos.

No era difícil suponer que ya estarían en marcha algunos integrantes de alguna tribu de los alrededores buscando restos del incendio todavía candentes.

En esa zona no había llovido, pero en algunos lugares las lluvias se habían llevado hasta la última chispa de fuego, que los obligaba a buscar nuevas fuentes naturales para proveerse del vital elemento.

Muy pronto comenzaron las hostilidades cuando una horda de salvajes irrumpió cerca de las cuevas en esa apacible tarde, exigiendo su parte del fuego con sanguinaria saña.

Emitieron alaridos que ahuyentaron a los más débiles, obligándolos a esconderse entre la tupida vegetación y confundirse con el follaje.

Los hombres del otro lado del río sólo atinaron a tirarse al agua dejando su valioso tesoro a merced de los atacantes.

Hubo una lucha en el agua donde ambos bandos sufrieron considerables bajas, algunos se ahogaron otros fueron aniquilados a golpes, pero en poco tiempo los agresores tuvieron que huir cuando se dieron cuenta que no podían vencer la encarnizada defensa que enfrentaban.

El lugar quedó lleno de cadáveres, la mayoría de ellos que flotaban lentamente río abajo.

Comenzaron a salir de sus escondites los sobrevivientes ni bien pasó el peligro y con cautela. Parados en silencio, se quedaron mirando el dantesco espectáculo desde la otra orilla.

No había lágrimas, sólo apatía, porque era cosa de todos los días.

Cuento publicado en el Foro de Cuentos del diario "La Nación", Argentina, con el seudónimo de Malena2005, escrito por Malena Lede