Una Familia de Abolengo



Era una familia acaudalada, una de las más ricas de Europa, que hasta ostentaba un título de nobleza, aunque mal habido y en forma poco clara.

Sin embargo hacía muchos años que vivían en un lujoso castillo en las afueras de Londres, disfrutando de una vida holgada.

Como toda familia que nada en la abundancia, los señores de la casa tenían un hijo descarriado que se complacía en burlarse de ellos, aunque solía gastar mucho del dinero que despreciaba.

Era el hijo menor y aunque ya tenía edad suficiente como para merecer, aún no se había casado y se dedicaba a incomodar a los demás, quienes lo consideraban más molesto que una piedra en el zapato.

No era fácil vivir en esa gran mansión, donde todos tenían secretos inconfesables que guardar ocultos detrás de las antiguas y sólidas paredes del castillo.

Pero un día, ese hijo inadaptado, un poco más ebrio que otras veces, en un arranque de furia después de una discusión, amenazó a todos con divulgar el secreto más bien guardado.

La más grande ignominia ocultada por la familia era la falsa identidad del bisabuelo Isaías, muerto ya hacía muchos años, quien no había sido un gallardo militar como todos creían, sino un contrabandista, que logró amasar la cuantiosa fortuna, que habían heredado, en forma ilícita.

El viejo no había muerto como consecuencia de un acto heroico como valiente servidor de la reina, sino en manos de la policía del condado.

Los más jóvenes quedaron sorprendidos con la noticia, menos sus padres y sus tíos que por supuesto ya estaban enterados.

Ellos eran los que se habían pasado la vida tratando de mantener el invento del pasado glorioso del bisabuelo y gracias al desequilibrado de su hijo el apellido se vería mancillado.

Se realizó entonces una reunión familiar para hablar del asunto y encontrar una solución digna para todos y evitar el escándalo.

El provocador estaba presente y parecía disfrutar de su jugada. Sentía el placer de tenerlos acorralados y con ironía les decía que sería una buena noticia de primera plana.

Nunca se llegó a publicar nada, pero lo que todos recuerdan es el fatal accidente, que tuvo el hijo del dueño del castillo al día siguiente.