El Desorden Social

Un estudio realizado en la Universidad de Stanford de Estados Unidos, sobre las causas que inducen al crimen y a la violencia, demostró que no solamente la pobreza es lo que impulsa a la gente a cometer delitos sino que también el desorden, el desinterés y el descuido que sufren las grandes ciudades puede inducir a la gente a la idea de decadencia y falta de respeto por las normas sociales, que luego se puede transformar en permisos para cometer actos de violencia.

El experimento realizado por el profesor Phillip Zimbardo en esa universidad consistió en dejar abandonados dos autos iguales en dos barrios de distinto nivel social, ambos con una de sus ventanillas rota.

Se confirmó posteriormente que ambos vehículos fueron totalmente desmantelados por vándalos, en los dos barrios por igual, motivados por la impunidad y por imitación.

Lo mismo ocurre a nivel político, cuando impera el descontrol y la impunidad, transgredir las reglas parece convertirse en una norma, levantando la barrera de las inhibiciones y permitiendo la ley del “todo vale”.

Se asemeja a la conducta adolescente, cuando ser trasgresor se valoriza como una cualidad y no como una falta. Una avivada que tiene una connotación más de picardía o travesura que de delito.

Se produce así como una especie de reacción en cadena de los que también quieren demostrar su sagacidad e ingenio cometiendo felonías; un contagio de características epidémicas que se manifiesta como violencia y crimen.

Las grandes aglomeraciones urbanas tienden al desorden y a la impunidad, se incrementa la delincuencia protegida por el anonimato, se deterioran las calles por la gran afluencia de tránsito cada vez más difícil de controlar; se acumula la basura por la falta de responsabilidad de los ciudadanos, desaparecen los recipientes de residuos debido a la acción de patotas organizadas, se trasgreden las reglas de tránsito con alevosía y de nada sirve denunciar los hechos delictivos porque los delincuentes son menores e impunes pero con el poder de producir caos a diestra y siniestra.

Todo este estado de cosas genera la idea de que se puede hacer cualquier cosa sin recibir ninguna sanción o castigo.

El hecho de no sancionar las pequeñas trasgresiones y pasar por alto las faltas menores, provoca que los delincuentes se vayan atreviendo a cometer delitos cada vez más graves.

Este experimento demuestra que para poner fin a la inseguridad es necesario controlar todos los delitos, inclusive los más pequeños.

En los años ochenta se llevó a cabo en los subtes de Nueva York una campaña para combatir los delitos menores, con excelentes resultados; logrando hacer que ese medio de transporte fuera un lugar seguro.

Posteriormente en la década de los noventa, el conocido alcalde Rudolph Giuliani, trató de impulsar la política de la tolerancia cero que disminuyó notablemente todos los delitos sin necesidad de implementar medidas represivas ni autoritarias.

Es sabido que el acto delictivo tiene dos causas fundamentales: la tendencia del sujeto a delinquir y la impunidad, el desorden y el descuido público.

No se trata de imponer la mano dura sino de que prevalezca el orden y el control desde lo más pequeño hasta lo más grande.
Por ejemplo, desde mi punto de vista, permitir que pequeños grupos de personas realicen manifestaciones callejeras con el objetivo de defender intereses particulares, por más justos que sean, obstaculizando el tránsito y produciendo desorden y caos en las calles, (conducta que no tiene nada de justa); puede ser el principio de una ola de protestas que puede llegar a paralizar toda una ciudad, con el consecuente perjuicio para la mayor parte de la población.
Todas las cosas grandes comienzan siendo pequeñas y en este caso en particular, estos hechos pueden afectar los intereses y la seguridad de la gente y terminar desencadenando actos de violencia que pueden producir heridos y muertos.

Fuente: Nota para el Diario La Nación del gobernador de la provincia de Chubut, Argentina, Sr. Mario Das Neves.