Amor Sin Razón




Cuando lo encontré, mi corazón palpitó, sentí un flechazo en el corazón, una extraña sensación en el estómago y un estremecimiento de pies a cabeza.

No podía dejar de mirarlo porque era el hombre ideal que habían forjado mis sueños y que se había hecho carne.

Mi insistente mirada hizo que se acercara a mí, con una leve sonrisa burlona dibujada en su rostro tostado por el sol.

Sabía en el fondo que esa clase de hombre no era para mí, porque es la persona que se comporta como un maniquí, pura fachada pero nada adentro; sin embargo cedí y quise ser débil y dejarme llevar.

Fue una pasión arrolladora que me hacía sentir como si fuera transparente y pudiera flotar por el aire. Sólo vivía cuando estaba con él, porque el resto del tiempo vegetaba, soñaba, me preocupaba, sufría y me desesperaba; hasta caer en un abismo insípido y doloroso por extrañarlo tanto.

Soñaba con él, pensaba en él y vivía sólo cuando estaba con él.

Así piensan las mujeres ingenuas cuando se enamoran perdidamente. Se entregan a su pasión y se olvidan de la razón, porque quieren creer en ilusiones vanas y lindas palabras, y se dejan engañar con falsas promesas.

Esos amores sin esperanza, deben ser vividos como son, para pasar un buen rato divertido, entretenerse y experimentar sin compromisos, porque no duran, no se sostienen, son como estrellas fugaces, porque desaparecen después de haber brillado, sin dejar rastros.

El corazón es un órgano muy vulnerable que conserva sus cicatrices mucho tiempo. No hay que dejarlo herir amando a hombres imposibles y convencerse que todos somos merecedores de un amor verdadero.

Eso que todos sentimos alguna vez no es amor, es un metejón, una especie de enfermedad del alma que necesita de un ideal para ser feliz, alguien que no es real, como el protagonista de una novela que luego se saca la máscara y se pone otra para interpretar otro personaje.

En asuntos del querer, hay que pensar con el corazón y con la razón, poder ver en una pareja a un ser completo, que tenga más virtudes que defectos, que sepa defender sus valores, que sea capaz de aceptar compromisos a largo plazo, que no tenga miedo de ser hombre de una buena vez cuando ya ha dejado hace rato de ser un pendejo.

Podemos decidir ser felices o sufrir, todo depende de nuestras decisiones, porque los seres humanos podemos reflexionar y sólo cuando lo hacemos la vida es bella.