El Duelo Crónico




Mariana es viuda, tiene dos hijos grandes y trabaja como empleada en una oficina. Se siente decaída, no puede interesarse en nada, está triste y siente que la vida no tiene sentido para ella desde que falleció su esposo.

Cuando le pregunté cuánto tiempo hacía que había enviudado, me sorprendí cuando dijo que ya hacía diez años.

Me dijo que había sido un buen compañero, excelente padre, muy trabajador y de carácter afable; que lo extrañaba mucho y que de esa pérdida nunca podría llegar a reponerse.

Le pregunté si no le había quedado algo pendiente con él, algo que le hubiera querido decir y que no se atrevió, alguna culpa o algún remordimiento; entonces me confió que tal vez no le había expresado todo el cariño que se merecía y que era probable que con la llegada de los hijos se hubiera excedido en su atención hacia ellos, privándolo a él de la suficiente demostración de afecto.

Siempre recordamos lo mejor de nuestros seres queridos y nos resistimos a reconocer sus defectos. Sin embargo, para el que queda, es importante saber que no hay que endiosarlos cuando fallecen porque es imposible que hayan sido perfectos.

Mientras vivieron habrán hecho lo que pudieron con los recursos que tenían y nosotros, los que quedamos, también habremos hecho lo nuestro.

Es necesario estar en paz con los muertos, dejarlos partir y no retenerlos como si estuvieran vivos, porque hay que seguir viviendo.

Para poder mirar hacia delante, hay que atreverse a vivir una vida diferente y a empezar de nuevo sin ellos. Darse la oportunidad de tener nuevas experiencias, proyectar nuevos horizontes, aprender cosas nuevas y continuar creciendo.

Tal vez viajar si se puede, hacer otras amistades o tener otra relación con la que podamos compartir aún muchos días felices.

Elegimos nuestra vida y también nuestros estados de ánimo. Podemos elegir deprimirnos y vivir amargados anhelando el pasado o bien atrevernos a dejarlo atrás aceptando las circunstancias presentes y aprovechar la oportunidad que tenemos para empezar de nuevo.

Siempre es saludable decidirse a pedir ayuda cuando no se puede salir de un bloqueo emocional, cuando nos empeñamos en permanecer varados en el túnel del tiempo.
Mientras vivieron les dimos lo que pudimos e hicimos lo mejor que nos pareció en ese momento, de nada sirve pensar ahora que es lo que hubiera sido mejor para ellos cuando ya no están, desde la perspectiva que ahora tenemos.
Todos algún día moriremos y dejaremos a alguien atrás que seguramente nos gustaría que no sufrieran por nosotros cuando no estemos.