El Enemigo en el trabajo




Son las personas que aprovechan cualquier oportunidad para molestar, agredir, traicionar, descubrir los errores de los demás y publicarlos, descalificar, difamar y criticar a sus compañeros o subalternos en el trabajo.

En estos casos, es recomendable no involucrarse con ellos en ninguna discusión, porque resulta estéril y no cambiará nada, ni pelearse, ni sentirse víctima, ni defenderse, lo mejor será evitarlos y limitarse a tener con ellos el mínimo trato, estrictamente profesional si no se puede evitar, sin llegar nunca al terreno personal ni darle confianza como para inmiscuirse en nuestro ámbito privado, ni favorecer su inclusión en cualquier ocasión que no tenga que ver con el trabajo.

Estas personas no dan nada por nada porque negocian todo y sus escasos favores pueden resultar caros.

Algunas personas intentan con este tipo de personas emplear la técnica de humillarse y transformarse en un felpudo para congraciarse y evitar así tener un enemigo permanente. Pero es inútil, porque nos quitan la energía que necesitamos para alcanzar nuestros proyectos y porque es como querer tener una víbora venenosa como mascota y creer que uno es inmune al veneno.

Por lo general se trata de personas trepadoras que quieren llegar a la cima a toda costa y que no pueden tolerar el éxito de los otros, pero que sí pueden disfrutar de los fracasos ajenos, para tener más espacio y poder ser ellos los protagonistas.

Son los que pinchan los globos y ponen palos en la rueda, los que ven la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio, los que pronostican desgracias, desventuras, fatalidades y desparraman mala onda donde estén sin ningún remordimiento ni culpa y los que se creen dueños de la verdad.

Centrarse en los propios objetivos haciendo caso omiso de sus opiniones destructivas es lo que conviene, y decidir sentirse bien a pesar de sus malos augurios y sus comentarios agoreros, eligiendo ser libre y dejándolos libres a ellos para que hagan o digan lo que quieran sin acusar recibo ni sentirse subestimado por sus dichos o hechos.

Nadie tiene el poder de hacernos sentir ni bien ni mal, porque nuestro verdadero estado de ánimo nos viene de adentro, no de afuera y es mucho mejor perdonar que odiar, porque el odio nos mantiene esclavizados y el perdón nos libera.

Son personas que en el fondo tienen miedo a la frustración y que son capaces de cualquier cosa por no sufrir un contratiempo o una crítica.

Son los que se adueñan de las ideas ajenas y luego dicen que son creaciones propias, los que se roban los ascensos y los aumentos de sueldos porque se rebajan delante de los jefes, acostándose con ellos o absorbiéndole los calcetines.

Pero nadie disfruta mucho tiempo haciéndose acreedor de las ideas ajenas, porque no se pueden mantener, no pueden copiar sin dejar la señal de su mediocridad e inoperancia.

A veces, muchos de sus defectos son proyecciones propias, las sombras de nuestra personalidad que vemos reflejadas en estas personas que son precisamente las que más nos duelen.

Lo más importante es saber que nunca podremos cambiar a los demás, porque al único que se puede cambiar es a uno mismo.