La Envidia del Gran Visir(cuento de Las Mil y Una Noches)




En un lujoso y enorme castillo de un reino muy poderoso, un día, el gran visir logró influir en el ánimo del rey, diciéndole que el médico extranjero que lo había asistido durante su enfermedad, era un espía de sus enemigos que tenía la intención de matarlo, aconsejándole que lo condenara a muerte y que le hiciera cortar la cabeza.

El rey, que estaba bastante aburrido y deseoso de acción, decidió dar crédito a estas calumnias y cediendo a sus consejos lo mandó llamar y le informó que conocía sus intenciones malignas de quitarle la vida, por lo tanto, lo condenaba a morir por decapitación.

El médico negó tales acusaciones y trató de defenderse, recordándole que su presencia sólo había sido benéfica para él porque le había curado todos sus males.

Con vehemencia, le pidió clemencia, pero el rey se mantuvo en su decisión, entonces le pidió como última voluntad que lo dejara volver a su casa, para arreglar sus asuntos, hacer su testamento y aprovechar para traerle un precioso y mágico libro que tenía guardado para él.

La sola apertura del libro en la página diez, haría que su cabeza, depositada en una bandeja después de ser decapitado, contestaría cualquier pregunta que él le hiciera.

Intrigado por sus palabras, el rey decidió dejarlo ir, fascinado por la posibilidad de ver hablar una cabeza separada de un cuerpo.

Volvió el médico al poco tiempo y todas las personas más notables del reino se dieron cita para ser testigos de tamaña hazaña.

Antes de ser ejecutado, el médico volvió a pedir clemencia, pero sus ruegos no tuvieron ningún resultado, ya que el rey, aunque lo perdonara, no podría evitar cortarle la cabeza, solo por el deseo de verla hablar.

Resignado, el médico le recordó que no olvidara hojear las páginas hasta llegar a la página diez, donde encontraría algo extraordinario que lo sorprendería.

Una vez que el verdugo procedió, puso en una bandeja la cabeza del médico y se la llevó al rey.

Curiosamente, la cabeza no sangraba y ante el asombro de todos, abrió los ojos y le pidió al rey que abriera el libro y lo hojeara hasta llegar a la página diez.

Rápidamente el rey comenzó a hojear rápidamente las hojas del libro con gran avidez, en su intento de descubrir la sorpresa que le deparaba, pero con desilusión no encontró nada.

La cabeza le dijo que continuara hojeando el libro hasta la página veinte y el rey, algo contrariado, así lo hizo.

Cuando llegó a la vigésima página comenzó a sentirse mal y pudo escuchar que la cabeza del médico se alegraba de que el veneno que había colocado en cada hoja comenzara a surtir efecto, y mientras lo acusaba de tirano, de abuso de autoridad, y de cometer injusticias en pago a servicios brindados, daba gracias a Alá por haber hecho justicia.

Después de escuchar todo esto, el rey cayó muerto frente a su trono.

No creamos todo lo que nos dicen, aunque la gente parezca bien intencionada, porque podemos caer en el error de hacer pagar al justo lo que le corresponde al pecador; ni tampoco nos dejemos llevar por la curiosidad, porque podemos descubrir más de lo que deseamos, en este caso encontrar la muerte, que es el más grande de todos los misterios.