Maridos Obsesivos




Celeste es una mujer joven que está casada con Carlos desde hace diez años. Tienen dos hijos y ambos trabajan; ella como abogada en un estudio jurídico de importancia y él como arquitecto en una pequeña empresa constructora propia.

Las continuas crisis del país han malogrando algunos negocios de su marido, quien en esas ocasiones, ha tenido que enfrentar algunos momentos difíciles.

Cuando me consultó, su marido estaba atravesando un problema financiero que lo tenía muy preocupado. Se había vuelto taciturno, tenía insomnio y la relación con ella se había vuelto fría y distante.

La reacción de Celeste fue la común en estos casos. Ella no sabía cómo comunicarse con él porque su conducta era evasiva y no quería que lo molestaran, casi no hablaba y se acostaba a las tres de la mañana, consumido de cansancio.

Dadas estas condiciones, la mujer se preocupaba por su salud y le insistía para que no se quedara trabajando hasta tan tarde, recomendación que a él lo exasperaba porque se daba cuenta que ella no podía comprender cómo se sentía él.

Tan mal estaban las cosas que ella empezó a pensar en la separación, aunque evitó a hablar de eso con él para no agregar un problema más a las dificultades por las que estaba atravesando.

No sabía qué hacer, de modo que hizo una consulta para orientarse en esa situación, que ella sola no podía enfrentar.

Los invité a los dos, porque es imposible lograr resolver un problema entre dos cuando consulta uno solo y el otro no tiene la oportunidad de contar su parte.

Lo más importante estaba intacto, o sea el amor que sentían el uno por el otro, de manera que había que resolver las dificultades de comunicación y encontrar la mejor manera de mejorar la relación.

Celeste quería ayudar a su marido y a veces, la mejor forma de ayudar a alguien es no hacer nada, pero la mayoría necesita creer que tiene que hacer algo.

Lo único que necesitaba su marido, visto desde otra perspectiva, es que su esposa lo comprendiera y lo apoyara en lo que él estaba haciendo, no que le pusiera palos en la rueda y le entorpeciera su trabajo enojándose por su actitud con la excusa de la preocupación por su salud.

Él por su parte, entendió que es más fácil compartir los problemas y abrirse más a su esposa, que también estaba tan preocupada como él, con el agravante de no saber qué hacer.

Las cosas que se habían desbordado comenzaron a encontrar un nuevo cauce y aunque los problemas aún no han terminado, ellos tienen una actitud diferente frente a ellos. Porque no son los problemas los que nos afectan, sino como vivimos esos problemas.