Día de la Madre



La madre con mayúscula que incorporó la imagen de una madre omnipotente e irreal, a duras penas puede mantenerse firme en su pedestal al haber quedado embarazada por accidente o violación. Esa madre, sin vocación, ha dado paso a la mujer moderna que es madre por elección; una persona que tiene un hijo para cuidarlo, educarlo, amarlo y respetarlo como alguien que será diferente a ella, con el mismo derecho de elegir su propia vida y su destino.

Ser madre no es obligación, es una decisión y todos sabemos muy bien que no todas las mujeres nacieron con esa vocación.

Conocer las propias limitaciones nos permite trascenderlas y poder saber con más claridad quiénes somos, qué queremos y hasta dónde somos capaces de cumplir con nuestros compromisos.

Un hijo es para siempre, porque incluso de adultos y también de viejos, a la hora de la muerte todos se acuerdan de su madre.

La madre es la expresión del amor verdadero, que es el amor que trasciende cualquier discusión o pelea, cualquier afrenta, porque con su hijo no tiene ego ni orgullo y sólo sabe brindarse sin condiciones.

Los hijos permiten a la mujer ver realizada su propia esencia. Hacen feliz a una madre cuando son felices y la hacen desdichada cuando son desdichados.

Tener hijos deseados es la máxima manifestación de amor que garantiza la base firme de la personalidad y la necesaria autoestima.

Sean madres sólo cuando estén dispuestas a entregarse sin condiciones.

No es necesario ser la mujer maravilla sino sólo ser quién se es, capaz de poder salir de si misma, para amar a otro y entenderlo. Tampoco tiene que procurar darle a su hijo más cosas materiales de las que puede, porque le enseñará a desear cada día más y a ser esclavo de sus caprichos.

Los chicos tienen que tener lo justo, ni más ni menos, para que lo valoren y sepan lo que cuesta tenerlo.

Porque en definitiva, lo más importante para un niño es sentirse amado y seguro.