Música a todo volumen



El deseo de compartir experiencias es común en los seres humanos, pero a veces algunos no tienen sentido de los límites y exageran.

Una moda reciente consiste en viajar en el auto con la música a todo volumen convirtiéndose el vehículo en un diseminador de música de percusión estrepitosa que ensordece a los desafortunados conductores de los autos que se acercan a él y hasta molesta a los vecinos que viven en edificios próximos a los semáforos.

Algunos, más audaces, hasta colocan una bocina en la ventanilla que apunta al exterior para que sea aún más visible su presencia y más audible su música.

Eso de que el derecho de uno termina donde comienzan los derechos de los demás, parecen ser palabras muertas, porque a pocos parece importarles.

Lo mismo sucede con quienes realizan eventos en sus propias casas y permanecen hasta el desayuno festejando a los gritos al compás de ritmos que obligan a sus vecinos a soñar con ellos si es que logran conciliar el sueño.

La música suele ser deleite para los oídos de la mayoría, pero no siempre todo el mundo está dispuesto a permanecer en el radio de su influencia si están concentrados en otra cosa.

Esta moda de compartir experiencias, también se percibe en los que disfrutan de la música por medio de sus auriculares; porque ya no les basta llevarlos en sus oídos sino que se los cuelgan del cuello invitando a escuchar lo mismo a todos los que lo rodean.

El afán de compartir se transfiere así a todo mortal que camine por la calle, o que viaje en su propio auto o en un vehículo público.

El silencio es hoy en día un valor en desuso, porque todos están enfrascados en producir sus propios ruidos sin importarles de su vecino.

Cortar el césped de la propia casa es una costumbre saludable y útil y además contribuye a la economía del hogar porque se prescinde de un jardinero. Pero cuando se practica los domingos muy temprano deja de ser un hábito sano para convertirse en un motivo de disputa.

Algunos no se dan cuenta dónde están los límites, tal vez porque nunca los han tenido o porque hacen caso omiso de ellos centrados en sus propios ombligos.

La falta de respeto por el otro ocasiona a veces serios altercados que si no se tienen en cuenta y se insiste en ignorarlos pueden terminar en un hecho de sangre.

No siempre conocemos bien a nuestros vecinos y no sabemos bien hasta dónde pueden llegar si actuamos con desconsideración y falta de respeto.

Los crímenes más aberrantes empezaron siendo inocentes cambios de opiniones que luego se transformaron en relaciones hostiles y que terminaron convirtiéndose en odios infernales.

Las relaciones humanas requieren en primer lugar de respeto, no sólo para que el otro se sienta bien sino para que nosotros mismos nos sintamos mejor.