Psicología y obesidad



La obesidad es la consecuencia de la adicción a la comida y en su desarrollo pueden intervenir las emociones, los hábitos alimenticios perjudiciales, los factores genéticos y hormonales, los problemas psicológicos, económicos y sociales y las dificultades del carácter.

Según Sigmund Freud la causa profunda de la adicción a la comida es una fijación en la etapa oral del desarrollo psicosexual debido a un trauma sufrido por exceso de frustración o exceso de gratificación.

De esta forma será cómo posteriormente se tenderá a calmar la ansiedad, mediante la satisfacción de una necesidad interna por medio de la boca, pudiendo convertirse en una adicción.

El cigarrillo, la bebida, las pastillas tranquilizantes o euforizantes y la comida se conectan con la boca, de manera que cualquiera de estas formas de satisfacción oral estará siempre comprometida si existe un trauma no elaborado emocionalmente.

La depresión es una patología que se relaciona con un trauma en la etapa oral del desarrollo, por lo tanto, cualquier adicción oral implica también predisposición para sufrir depresión.

La persona que sufre depresión no ha podido lograr diferenciarse de su relación con la madre, o sea del pecho materno, de manera que no existe diferencia entre el yo y no yo, y considera a los otros como prolongaciones de si misma.

Las personas obesas son dependientes afectivamente y establecen relaciones simbióticas; tienen baja la autoestima y tienden a ser demandantes y autodestructivas.

Los trastornos de la alimentación como la anorexia y la bulimia también se relacionan con la depresión y con una fijación a la etapa oral del desarrollo psicosexual.

Desde el enfoque conductista la obesidad es un hábito adquirido que produce un condicionamiento. La terapia conductista o cognitiva se centra en la eliminación del hábito perjudicial y el aprendizaje de un nuevo comportamiento más adaptativo.

Cuando una persona con sobrepeso decide realizar un tratamiento contra la obesidad, es imprescindible que también se someta a una terapia psicológica, para cambiar aspectos de su conducta y poder canalizar las motivaciones internas hacia otros fines que no sean la comida.

Estar equilibrado psicológicamente produce espontáneamente un descenso de peso, porque la persona no necesita atiborrarse de comida para sentirse bien.

Es necesario tener motivación propia para realizar un tratamiento para bajar de peso y convencerse que no se trata de bajar y subir de peso en forma alternada sino de aprender a comer de otra forma, y que estar bien consigo mismo es la clave.

La baja autoestima de un obeso hace que se relacione con personas que también tienen alguna patología psicológica o una falla de carácter.

El hecho de bajar de peso puede alterar la relación con las personas del grupo familiar que lo rodean, porque se han adaptado a su enfermedad y el sistema está equilibrado.

Cualquier cambio que intente el obeso, puede romper ese equilibrio, porque puede ser interpretado por los otros como la posibilidad de perderlo, de manera que no es difícil que saboteen el tratamiento desde el principio.

Una patología como la obesidad puede resolver problemas de inseguridad, celos y dependencia y la cura puede generar desconfianza e incertidumbre.

El apoyo del otro hacia el tratamiento significa aceptar el desafío de arriesgarse a saber si también es capaz de ser querido por una persona que tiene un peso normal y cuando no se atreve aparece el conflicto.

El grupo familiar es un sistema de fuerzas donde cada miembro tiene una valencia. Cuando la valencia de uno de ellos cambia, la de los otros tienen que cambiar para conservar el equilibrio, de modo que será necesario que todos cambien.