TOC-Trastorno Obsesivo Compulsivo



Antiguamente este trastorno se consideraba un conflicto psíquico profundo cuyo tratamiento adecuado era el psicoanálisis.

Las personas con este desorden tienen obsesiones, o sea, pensamientos recurrentes que afectan su vida cotidiana debido a la necesidad de realizar rituales repetitivos (compulsiones) que son típicos de esta enfermedad, como el hecho de sentirse sucios al extremo de lavarse las manos en forma compulsiva, a veces hasta provocarse lesiones; o la obsesión de no haber cerrado las canillas, o de haber dejado la puerta sin llave o de no haber apagado el gas antes de ir a dormir, sintiendo la obligación de levantarse reiteradamente varias veces para cerciorarse de haberlo hecho.

A pesar de ser conscientes de su comportamiento obsesivo compulsivo, no pueden controlar su conducta aunque se den cuenta que no existe fundamento para sus dudas.

Los estudios con neuroimágenes realizados en sujetos con este trastorno revelan una anormal actividad en la corteza orbitofrontal (área que interviene en la toma de decisiones), en el núcleo caudado ventral (en los ganglios basales) y en el tálamo (que se relaciona con los sentidos).

Los pacientes que se someten a tratamiento con terapia conductual o con medicamentos, mejoran sensiblemente sus síntomas y la actividad de la corteza orbitofrontal.

Puede existir una predisposición genética que afecte el normal desarrollo de la actividad cerebral pero no es condición suficiente para tener esta enfermedad, ya que el ambiente y las experiencias intervienen en el desencadenamiento de los síntomas.

Los desórdenes relacionados con los trastornos del estrés post traumático (TEPT) hoy se consideran problemas de ansiedad que se caracterizan por pensamientos incontrolables sobre un suceso traumático ocurrido en el pasado, que incluye pesadillas y alteraciones del sueño.

No se considera probable que este trastorno se relacione con una patología fisiológica, sino que se debe a un acontecimiento o trauma específico.

En estos casos los síntomas suelen desaparecer con el tiempo. Pero en algunos casos existe un 20% de personas afectadas por un trauma que comienzan a tener síntomas semanas e incluso meses después de ocurrido, como sensación de miedo agudo ante señales que le evoquen esa circunstancia.

La psicoterapia cognitiva, a ese proceso de reducir el miedo lo denomina “extinción”.

La “extinción” se logra exponiendo repetidas veces un recuerdo o señal que se relacione con el trauma pero sin consecuencias traumáticas, para que el paciente pueda disociar dicha señal con la respuesta automática de terror y en su lugar desarrolle otra respuesta neutra.

El proceso de “extinción” exige un nuevo aprendizaje, pero si este problema se da en sujetos que tienen circuitos cerebrales dañados la extinción puede no concretarse.

Las regiones del cerebro que intervienen en los síntomas que produce el miedo, como la taquicardia, aumento de la transpiración, parálisis, y sobresaltos exagerados son el núcleo amigdalino y un conjunto de células denominadas lecho de la estría Terminal.

Las investigaciones realizadas por Grez Quirk en la Universidad de Puerto Rico revelaron que la actividad en la región infralímbica se incrementaba durante la extinción, ejerciendo dicha zona un freno sobre el núcleo amigdalino.

La posibilidad de obtener neuroimágenes ha permitido conocer las bases biológicas de la terapia cognitiva, centrada en cambiar la conducta de un paciente frente a circunstancias difíciles.

El hipocampo tiene importancia para evaluar el contexto y la corteza prefrontal dorsolateral para aprender a tolerar y superar el miedo, aunque ésta no esté directamente conectada al núcleo amigdalino.

Los científicos creen que la corteza prefrontal es el vínculo que relaciona a ambos y el que permite que los tratamientos cognitivos logren un nuevo aprendizaje y la recuperación.

Fuente: “Investigación y Ciencia”- Thomas R. Insel.