La Decisión Correcta



¿Cómo saber cuál es, en un momento dado, la decisión correcta? No lo sabemos, sólo nos queda confiar en nosotros mismos, en nuestra capacidad para razonar, nuestra experiencia, nuestro sentido común y principalmente en nuestro instinto; porque estamos condenados a elegir cada minuto de nuestra existencia.

No existen decisiones correctas útiles para todos, ni recetas mágicas, existen las decisiones responsables, porque cada decisión nos compromete, pero también es un nuevo desafío, la oportunidad que guiará nuestros pasos e irá forjando nuestro destino.

La decisión depende de la forma de pensar, qué es lo que se prioriza en la vida y qué es lo que se deja de lado, de la capacidad que se tenga de enfrentar el cambio y de arriesgarse y de vencer el temor que se sienta a lo desconcido, que es el que obliga a aferrarse a lo conocido.

Toda decisión tiene que tener en cuenta el cumplimiento de los objetivos, nuestro propio bien y también el de las personas que amamos, para lograr en última instancia nuestra propia felicidad personal.

No se trata de hacer lo que desean los demás, sino de aceptar que no somos solamente seres individuales sino también seres sociales, que se necesitan mutuamente y que disfrutan compartiendo experiencias e interactuando.

El temor a cometer errores puede influir en nuestras decisiones y bloquear nuestra capacidad de discernimiento; porque toda toma de decisión implica un riesgo y exige hacerse cargo de las consecuencias, o sea asumir la responsabilidad que le corresponde.

Si nos comprometemos demasiado con los resultados seguramente nos sentiremos tensos y acuciados por las dudas, y tenderemos a dilatar el proceso hasta sentirnos más seguros de obtener los mejores efectos, pero el hecho de no decidir en el momento adecuado puede hacernos perder oportunidades y es también una elección, o sea elegir no elegir.

Nos vemos obligados a elegir cuando reconocemos tener una necesidad de cambio, una sensación de vacío interior, un desequilibrio interno que nos exige cambiar.

Lo mejor es no dejarse llevar por las emociones y poder reflexionar, estar tranquilo y no dejarse influenciar; tener en cuenta las ventajas y las desventajas sin olvidarse de que en primer lugar la decisión deberá cumplir con los objetivos y ser coherente con nuestros valores.

Las oportunidades no suelen pasar dos veces en la vida, de modo que decidirse en el momento justo aprovechando las circunstancias propicias son las señales que nos debe alentar a animarnos, a dejar de lado todos los temores y a tener el coraje de decidir el cambio sin dudas ni vacilación, con toda determinación.

Y no nos debe importar demasiado lo que pueda pasar, porque la vida está hecha de aciertos y de errores, y es importante aceptar los desafíos que implica cada decisión dando lo mejor de nosotros mismos.