La Ley de la Selva




El mundo se ha vuelto caótico, sin embargo la mayoría silenciosa sigue trabajando y avanzando contra viento y marea a través de todos los que entorpecen su camino tratando de conseguir por cualquier medio beneficios propios.

Vivir en una gran ciudad sólo es posible si se está dispuesto a cumplir con las reglas evitando actuar sin respetar al resto.

Lo contrario es la ley de la selva, o sea cada uno hace la suya y cada obstáculo en el camino se resuelve con la fuerza bruta.

Los animales no pueden razonar ni reflexionar, actúan por instinto atacando y defendiéndose en cada oportunidad en que tienen que disputar con sus iguales tanto por las hembras como por la comida.

Supuestamente el hombre es un animal racional, que puede reflexionar, pensar, razonar y postergar sus instintos para evitar enfrentamientos que pongan en riesgo su vida.

El hombre tiene vida simbólica, puede cambiar una cosa por otra, perseverar, evitar los obstáculos y encontrar la forma de lograr sus objetivos por otros medios que no sean sangrientos.

Sin embargo, todos los días la crónica diaria difunde noticias que nos muestran que todavía muchos hombres y mujeres no aceptan vivir en paz ni están dispuestos a actuar en forma civilizada.

La necesidad económica no es una escusa para robar, herir o matar a nadie. Existen otros medios más humanos de buscar justicia con mejores resultados que la fuerza bruta.

El hombre actual ha perdido la capacidad de tolerancia, se ha transformado en un niño que no llega a madurar nunca, que desea todo ya y que no puede esperar ni tolerar ningún contratiempo que lo aleje de sus objetivos.

Los obstáculos se viven como agresiones personales y se responde en forma impulsiva tal como hacen los animales.

Claro que muchos aprovechan estas circunstancias para llevar harina a sus propios molinos, rompienco vidrieras o persianas a las patadas y arrasando con todo lo que encuentran.

Ser pobre no es sinónimo de ladrón, ignorante, ni bruto. El pobre tiene dignidad de persona como la tiene un rico, ni más ni menos.

El ladrón, el ignorante y el bruto, se dedican a delinquir, no siempre por razones que los justifiquen, han perdido su dignidad de personas para vivir en sociedad y tienen que ser apartados para que tengan la oportunidad de rehabilitarse y aprender a respetar a sus semejantes para lograr a su vez él mismo ser respetado. Porque en una sociedad donde no se respetan las normas de convivencia ninguno está seguro.