Ola de profesionales emigra de Europa



El fantasma del desempleo que ya se ha materializado, hace que muchos jóvenes con más de un título universitario, masters y cursos de postgrado, huyan de Europa y busquen como destino, África, América Latina o Asia.

Italia es un país que no crece desde hace diez años, y que además arrastra uno de los déficits más altos del mundo, España registra un desempleo que ya afecta al 20% de la población, habiendo emigrado de ese país, desde hace dos años, ciento once mil personas. Grecia pierde el nueve por ciento de sus universitarios graduados y Portugal ocupa el tercer lugar en la lista de países europeos con mayor cantidad de jóvenes profesionales que se fueron, después de Irlanda y Eslovaquia.

Hace cien años, los europeos huían de la guerra; eran humildes campesinos que partían de sus patrias solos o con sus familias para “hacerse la América”. Ahora emigran los universitarios, jóvenes que no ven un futuro auspicioso en sus países, que están dispuestos a irse a cualquier lugar con tal de no perder su estilo de vida.

El sistema social que existe en Europa fue erosionando de a poco las arcas de esos países y ahora son más los que viven de pensiones y jubilaciones que los que trabajan. Pero además, la globalización y europeización del euro los ha colocado en una posición similar a la que tuvo la Argentina en la crisis del 2001 después del fracaso del plan de convertibilidad y del dólar uno a uno.

La globalización se hace difícil cuando no hay equidad entre los países que componen la UE que tienen diferencias significativas en sus economías y que los lleva a caer en una situación insostenible difícil de superar.

Estos jóvenes parecen estar dispuestos en convertirse en ciudadanos del mundo, cortando sus raíces por sentirse excluidos de sus propias patrias donde no pueden vislumbrar un futuro y sin sentirse comprometidos a enviar dinero para sus familiares, porque sus mayores aún trabajan o gozan de programas asistenciales todavía envidiables.

El problema de la extensión de la vida útil y el aumento de la edad para jubilarse reduce las oportunidades de recambio generacional que agregado a la proliferación de acomodados políticos o empresariales y a la ausencia de estímulo al mérito dibujan un panorama sombrío para las nuevas generaciones de líderes.

Estos jóvenes huyen con la perspectiva de tener que adaptarse a otros estilos de vida, otros idiomas, otros climas, otras culturas y sin la certeza de encontrar un destino definitivo, ya que todo el planeta está expuesto a sufrir cambios drásticos en su economía en poco tiempo.

Dejar un país con tanta historia detrás, para ir detrás del bienestar económico y un futuro, debe ser difícil, pero no es la primera vez que ocurre en Europa.

Si pudieron progresar hace cien años los que apenas sabían leer y escribir, se supone que la inmigración europea actual dirigida a los países en vías de desarrollo, les deparará un destino doblemente fructífero.

Fuente: Del Corresponsal del Diario La Nación en Roma, Noviembre 2010.