Maternidad-Hacia un nuevo modelo de crianza


La maternidad no es obligatoria, es un compromiso que se puede elegir.

Todos sabemos que no todas las mujeres tienen vocación para ser madres y en cambio se sienten satisfechas desarrollando solamente una profesión; y eso es válido.

Sin embargo, hay mujeres que desean ser madres sin tener que renunciar a su desarrollo profesional y eso también es válido.

Ser madre y trabajar pueden ser dos tareas compatibles si la persona ha decidido asumir las dos responsabilidades con plena libertad y está dispuesta a hacer lo que esté a su alcance para que tanto ella como su hijo sean felices.

El modelo de madre de nuestros ancestros permanece grabado en los genes de todas las mujeres y de todos los padres; no obstante, hoy en día no es causa suficiente para malograrle la vida a una madre cuando tiene un hijo.

Una mujer que es feliz tiene un hijo feliz, pero una mujer frustrada no puede dar todo el amor que tiene la capacidad de dar porque siente que ha postergado sus propias necesidades y siente en su interior un vacío.

La vida es cambio y la transición de un estado de cosas a otro es lenta pero imposible de detener. No será ni mejor ni peor, sólo diferente porque es imperioso adaptarse a un nuevo estilo de vida.

La mayoría de las mujeres desean ser madres de corazón, una función que no se pueden perder si realmente la desean, porque hay que aprender a buscar y a pedir ayuda a quienes están dispuestos a ayudar en ese rol, enseñar al que se convierte en papá cómo se hacen las cosas, tenerle confianza y también aprender de él que seguramente tiene mucho para enseñar y para dar.

Un bebé necesita atención constante y mucho amor; es una experiencia única para la madre que luego de esa maratón que no respeta ningún horario, volverá a su rutina diaria con la satisfacción de ver a su niño sano y fuerte.

Es un ejercicio agotador que las madres olvidan cuando vuelven a quedar embarazadas, generalmente por su propia voluntad.

Toda madre tendrá que aprender a derivar trabajo, a no ser demasiado insustituible ni exageradamente apegada a su hijo para favorecer su buen desarrollo y crecimiento.

Ante todo no debería renunciar a sus intereses individuales porque su hijo necesita tener una madre contenta y satisfecha; de cuidar de él, pero también de hacer lo que le gusta. Caso contrario, ese niño conocerá el lado oscuro de ella que tenderá a sobreprotegerlo debido a la culpa que sentirá por rechazarlo.

Cuando tuve mi primera hija y volví a trabajar me sentí feliz; no por haberla dejado a ella, que quedaba en buenas manos, sino por salir de ese aislamiento obligado dedicado exclusivamente a su cuidado, que me ahogaba.

Mi marido había aprendido que la madre es la que se encarga del hijo y también del marido, y que si tiene que trabajar, también.

No era desconsiderado, sólo había sido formado con esos moldes arcaicos que lo condicionaron hasta el punto de perder en ese momento, la capacidad de discernimiento.

Fue difícil, sin embargo, cinco años después quise tener otro hijo y lo tuve; pero en ese momento habían cambiado las condiciones y fue mucho más fácil y diferente.

Tuve dos hijos porque quise tenerlos y en cualquier condición jamás hubiera renunciado a tener vida propia.

La mala memoria de las madres sobre las exigencias a las que se enfrenta con un hijo, se relaciona con las hormonas. La necesidad de procrear y cuidar a la prole está latente en cada mujer aunque no esté dispuesta a ser madre y decida derivar esa energía hacia otros intereses personales.

Creo que con todo, es la experiencia más digna de ser vivida, en pareja.