Cocinar, un arte saludable




Los cocineros “amateurs” ya no tienen nada que envidiarles a los profesionales, porque los secretos de la cocina están siendo revelados y hasta alguien de madera puede atreverse a preparar un suculento menú de creación propia.

La gente está descubriendo que cocinar para los suyos también puede ser un gran placer, cuando se hace con pasión.

Pero el acto de cocinar no se reduce a eso, porque incluye hacer las compras, elegir los mejores ingredientes y entregarse a la aventura de sabores nuevos, arriesgándose con recetas exóticas, empleando carnes no tradicionales, frutas y verduras menos convencionales y métodos de cocción diferentes; y hasta el más novato ya se atreve a elegir el vino adecuado para regar toda esa creatividad, que promete ser arrolladora.

Comer en compañía, con alguien querido, ayuda a hacer la digestión, ya que los que saben aseguran que el que está acompañado come más despacio y mastica mejor, porque tiene que tomarse tiempo para mantener la charla, aunque también haya quien diga que cuando se come no se habla.

El calor de hogar comienza en la cocina, donde crepita el fuego y hacen humo las ollas inundando la casa con los olores de la comida que auguran un hermoso momento de placer.

Una buena comida relaja los nervios y atempera los ánimos, hace olvidar los agravios y reduce las penas, principalmente si se acompaña de un buen vino.

Aunque el “delivery” atente contra la sana costumbre de la comida casera, nunca será lo mismo, porque se ha salteado el ritual de la preparación de los platos ahorrándose trabajo, pero se ha tenido que renunciar a las innegables bondades de un menú hecho en casa.

La pizza comprada que sólo exige esperar que la traigan, es la tentación del que viene cansado del trabajo y con hambre y recuerda que en la heladera sólo tiene unas botellas de sodas, huevos, un pan de manteca y carne cruda en el freezer.

La pizza que pedimos por teléfono es como la mujer fácil, lista para servir, sin ningún prolegómeno, para engullir en pocos bocados y quedar satisfechos, más si después se toma una cerveza o un buen vino tinto, aunque después nos quede la culpa.

Creo que el problema reside en el hecho de cómo se distribuyen las prioridades en la vida.

Algunos priorizan el trabajo, otros son demasiado prolijos y gastan mucho de su tiempo teniendo todo resplandeciente y en absoluto orden; están los que hacen actividad física y se preocupan por el peso y también los que tienen muchas relaciones y cuando están en casa se lo pasan hablando por teléfono. Para todas estas personas, la comida está en el último lugar de la lista, y cuando llegaron a ella ya cerraron los negocios y lo único que queda abierto es el “delivery”.

Se olvidan que son lo que comen, que su salud depende mucho de su alimentación y de la calidad de la comida.

No se trata de vivir para comer, sino de comer bien para vivir mejor, aprendiendo a disfrutar de una buena comida hecha por uno mismo, porque además de ser más saludable, ayuda a favorecer la comunicación familiar y hace más grato el ambiente hogareño.

Para los que están solos, dedicar tiempo para cocinarse para ellos mismos, los ayudará a elevar su autoestima, encontrarán que esta creativa tarea les brindará gran satisfacción y una excelente forma de pasar el tiempo.

Cocinar es también meditar, porque exige concentración en lo que se está haciendo y obliga a dejar de lado los malos pensamientos.