La Onda Alienante de los Descuentos




No aguanto más el asedio pegajoso de los supermercados tratando de seducirme con los descuentos, las ofertas, las promociones, los dos por uno, los premios, los cupones de regalo, etc. etc.

¿Cómo hacer para acordarse qué día son los descuentos en tal o cual lugar con cada una de las tarjetas que manejo? ¿Y si mientras tanto necesito comprar algo, qué hago?  Estas son las preguntas existenciales que ocasionan las luchas de los supermercados para arrebatarse los clientes.

¿No habrá llegado el momento de liberarse y comprar en cualquier lado? Porque de lo que estoy segura es que nadie regala nada.

Al estresante estilo de vida de un ciudadano se le suman todas estas argucias de venta que lo único que aportan a los consumidores son problemas.

De todos esos sorteos que abundan, ¿acaso hay alguien que ganó algo? porque yo no conozco a ninguno que haya resultado favorecido, ni tampoco veo publicado en ningún lado el nombre de los supuestos ganadores.

La onda de los descuentos no es un invento argentino, sucede en todo el mundo y a veces el resultado es tragicómico. En Estados Unidos, por ejemplo, cuando hacen una liquidación de fin de temporada, la gente se amontona en la puerta de los supermercados y de las grandes tiendas;  y cuando abren, se produce tal desbande que se pisotean para entrar primero.

Es incuestionable que el consumismo se ha convertido en una grave enfermedad, porque no sólo la gente compra lo que necesita sino también lo que le parece barato aunque no lo necesite.

Cuando analizo detenidamente la liquidación de la tarjeta de crédito me doy cuenta que los descuentos que me hicieron los tengo que pagar por otro lado, porque el costo de las tarjetas cada vez es más alto.

Liberémonos de todas esas cadenas que nos asfixian y nos enferman y compremos sólo lo que necesitemos y no más, en el lugar que nos quede más cerca; porque lo que eventualmente nos podríamos ahorrar, si seguimos la onda alienante de los descuentos, en remedios lo tendremos que gastar.