El Zen



El zen es algo que no se puede describir, es un fenómeno singular de la conciencia.

No es conocimiento ni pensamiento, no es filosofía ni religión; tampoco es metafísica ni esoterismo sólo se trata de aceptar la realidad tal cual es, porque la aceptación transforma lo que es en lo que anhelamos

Sólo exige ser espontáneo; y al vivir la inmediatez de la vida, convertir lo mundano en sagrado.

La perspectiva zen convierte la tierra en cielo.

El zen es tanto terrenal como no terrenal y no tiene interés ni en el pasado ni en el futuro, porque sólo le importa el presente, que es eternidad en el tiempo.

La enseñanza del zen se centra en cómo estar en el presente, echar raíces en lo que es ahora, abandonando el pasado que ya no es y sin preocuparse en el futuro que todavía no es.

La verdad ya está en nosotros y forma parte de nuestra naturaleza, no se puede transmitir, el maestro sólo puede ayudar a ver con claridad cuando el discípulo se entrega.

Cuando podemos ver claro surge una gran felicidad, un enorme júbilo, es darse cuenta de la belleza del ahora, de la dicha de la existencia, es la paz, la alegría, la experiencia del encuentro y la unión, el éxtasis, la iluminación.

Al entregarse en esta vida se alcanza una vida diferente, una vida de luz, de amor, más allá de la muerte, más allá del tiempo y del espacio.

El maestro ayuda a realizar la propia experiencia, te enfrenta contigo mismo, te hace dar cuenta de tus recursos interiores, de tu propia divinidad, sin palabras, porque las palabras hacen olvidar las experiencias.

El saber está siempre presente pero este saber es muy diferente del conocimiento, porque se puede ver la existencia tal cual es.  El saber es la entrada a lo divino.

El conocimiento puede servir en la práctica mundana para ganarse la vida pero no hay que permitir que nos aparte del saber natural, de lo divino.

Fuente: “El hombre que amaba las gaviotas y otros relatos”, Osho, Grupo Editorial Norma, 2003.