La ilusión del control



Vale la pena recordar las secuencias de la película “El náufrago”, que interpreta Tom Hank, para darnos cuenta de que es real que lo más importante no depende de nosotros; que es muy poco lo que podemos controlar y que la idea que tenemos de que la realidad de nuestra existencia la hacemos solamente nosotros es apenas una ilusión.

En esta película el protagonista es un alto ejecutivo de una gran empresa de transporte de carga que se siente orgulloso de haber logrado con su trabajo la más alta eficiencia en las entregas de su compañía.

La fatalidad hace que el avión en el que viaja tenga un desperfecto y se precipite en el océano.

Milagrosamente salva su vida pero cuando recupera la conciencia, advierte que se encuentra en una isla desierta alejada de las rutas de navegación y con ninguna posibilidad de ser rescatado.

Aún en esa circunstancia y fiel a sus principios,  piensa que puede controlar cómo, dónde y cuándo suicidarse; por lo tanto, fabrica una soga y busca un árbol lo suficientemente alto como para colgarse.

El único árbol disponible se encuentra en lo alto de un peñasco; no obstante, con gran esfuerzo logra alcanzarlo y decide cumplir con su objetivo.

Pero la rama no es todo lo firme que necesita para soportar el peso de su cuerpo y se rompe,  impidiendo que cumpla su propósito.

Se da cuenta que tampoco ese deseo parecía depender de él y por un momento siente que lo envuelve una extraña calidez.

Piensa entonces que lo único que le queda por hacer es seguir respirando y tratar de subsistir.

Inesperadamente la marea deposita en la playa una de las alas del avión hundido, ideal para utilizar como vela de una posible balsa que ahora sí puede construir.

Con la esperanza de vencer las olas de la costa y poder internarse en el mar  en busca de alguna embarcación que lo auxilie, después de  cuatro largos años de soledad en esa isla, decide hacer el intento y cuando ya está a punto de sucumbir de hambre y sed,  después de muchos días de navegar a la deriva, es rescatado por un barco y puede retornar a la civilización.

Sin embargo, la vuelta a casa no es lo que imagina, porque ya no le ve sentido a su antigua existencia y su antigua novia, que lo creía muerto, está casada con otro.

Esta circunstancia le produce una gran desilusión, ya que fue el recuerdo de ella  lo que lo había ayudado a sobrevivir.

De nuevo se encuentra en una situación en la que no puede hacer nada y se da cuenta que solamente le queda aceptarla y seguir respirando, con la esperanza de ver qué es lo que esta vez le puede traer la marea.

Ya no es más el hombre decidido a esforzarse para hacer que las cosas funcionen;  porque pudo aprender que en la vida sólo hay algunas pocas cosas que se pueden controlar, las que dependen de uno, las otras, que son la mayoría, suelen aparecer solas.