Secuestros Express




Vivimos una época violenta y a la vez hedonista en la que el que no tiene acceso a las cosas que desea está dispuesto a hacer cualquier cosa para lograrlo.

Todos estamos expuestos a vivir la experiencia traumática de ser privados de la libertad y estar a merced de delincuentes armados que pueden ser capaces de quitarnos la vida si no les concedemos lo que exigen.

En estos casos, la policía, desde la experiencia, aconseja no resistirse y darles lo que piden siempre que sea posible y no arriesgarse a hacerles frente, porque casi siempre son hechos que no producen consecuencias graves salvo el perjuicio económico.

Sin embargo, nadie sabe cómo la gente puede reaccionar frente a un hecho de esta naturaleza, porque el instinto de supervivencia a veces los transforma en otras personas y hasta pueden ser capaces de matar para defenderse si es necesario.

Esto fue lo que le ocurrió recientemente a un conocido comunicador del medio televisivo y de la radio y a su familia, que terminó en un grave hecho de sangre que dejó como saldo la muerte de uno de los delincuentes y lesiones gravísimas en dos de las víctimas, una de las cuales aún no se ha recuperado.

Además de la conmoción del momento, estos sucesos dejan una huella traumática que suele permanecer mucho tiempo en la psique de los protagonistas y que puede cambiarles las vidas.

Las lesiones del cuerpo con suerte se curan y a veces no dejan ninguna huella, salvo alguna cicatriz, pero los traumas emocionales tardan mucho tiempo para curarse y dejan una huella mucho más profunda.

El hecho de haber protagonizado un episodio de estos, deja la misma sensación de indefensión de haber sido violado, al dejar de ser dueño de los propios actos y verse forzado a depender de la voluntad de personas alienadas que pueden ser capaces de cualquier cosa.

Pero cuando está en juego además la seguridad de la familia y de los propios hijos, a veces el cuerpo comienza a actuar por instinto y puede tomar la iniciativa sin participación de la conciencia.

Recuerdo una anécdota que cuenta Deepak Chopra en uno de sus libros, en que fue asaltado tarde en la noche, a la salida de un evento, por unos delincuentes armados.

Aunque él en sus escritos aconseja siempre no resistirse a los ladrones, porque es preferible perder todo el dinero que uno lleva que la vida; sin darse cuenta, con una reacción instintiva y sin pensar, pudo neutralizar el ataque y dejar a los delincuentes fuera de combate.

Aún después de pasado mucho tiempo, seguía sin poder entender cómo había hecho para lograrlo, porque confiesa que entre sus cualidades no figura precisamente la capacidad para defenderse de un ataque armado.

La naturaleza parece habernos dotado de ciertas capacidades que se encuentran en nuestro cerebro más arcaico, pero que se ponen de manifiesto cuando las necesitamos en los momentos en que nuestra vida está en peligro.

Todos hemos escuchado alguna vez las experiencias vividas por algunas madres que lograron salvar a sus hijos de una muerte segura, gracias a una fuerza sobrehumana que les permitió mover los obstáculos donde se encontraban aprisionados, que eran cientos de veces más pesados que su propio cuerpo.

La mente puede hacer cosas que aún no puede comprender, como sobrevivir a situaciones límites, dejar de respirar varios minutos y no sufrir lesión cerebral alguna, permanecer debajo del agua helada veinte minutos y salvarse, o caer de un avión sin paracaídas y poder contarlo.

En todos esos casos, creo que es la fuerza espiritual la que interviene, que es el poder adicional que todos tenemos pero que aún no conocemos, una energía con la que solamente algunas personas parecen tener el privilegio de contar, principalmente cuando se abandonan a sus instintos.

El instinto es el que no nos permite abandonar a nuestros hijos, ni dejar que padezcan hambre, es el que nos guía por el mejor camino, nos defiende de los depredadores y también el que nos sirve para defendernos.

La naturaleza es ordenada y tiende a la armonía, prestemos atención a la voz de nuestro instinto y no lo degrademos para justificar acciones incalificables, porque esas son acciones voluntarias.