Seamos más amables



Enfrentarse a los demás con cara de pocos amigos predispone a una comunicación difícil, da malos resultados y provoca discusiones; porque la gente ahora parece no tener tiempo para ser amable.

Sin embargo no cuesta nada ser amable; incluso se ahorra tiempo, porque el que es tratado con amabilidad se esfuerza en procurar lo que necesitamos con diligencia.

En general la gente de las grandes ciudades tiene muy poca tolerancia con el otro y escasa disposición para serlo, tal vez porque ninguno se conoce y estén seguros de no volver a encontrarse. 

Sin embargo, ser amable produce muy buenos beneficios, porque podemos lograr lo que queremos, hacer sentir bien a los demás y comunicarnos mejor; y además es un camino de ida y vuelta porque favorece el propio bienestar.

Pedir las cosas por favor, dar las gracias, sonreír, son gestos fáciles de hacer que hacen que la gente piense que el mundo no es un lugar tan desagradable.

Ser amable se contagia y se difunde como reguero de pólvora, es una pena que tan pocos lo sean siendo tan fácil; porque las pequeñas cosas agradables sumadas durante el día mejoran el ánimo y ayudan a vivir mejor.

Lo primero que tenemos que ponernos a la mañana es la sonrisa en la boca, sonreírle al espejo, al marido, a los hijos, al encargado del edificio, a la cajera del supermercado, a todos, porque una sonrisa inhibe la agresión y puede producir  verdaderos milagros.

Para poder ser amable genuinamente es importante cultivar la paciencia y no exigirle demasiado a los demás porque no sabemos lo que les puede estar pasando.

Todos nos podemos equivocar, de modo que tenemos que aceptar los errores, porque somos seres imperfectos y mostramos nuestra grandeza cuando podemos controlar nuestros impulsos.

Trata de ser tolerante porque tienes que pensar que no todos están en el mismo nivel de conciencia y en ese momento en que se están conectando contigo están haciendo lo que pueden.

Al que le cuesta ser amable es por alguna razón, seguramente es alguien que está siempre desconforme, que es inflexible, que tiene poca tolerancia a la frustración, que se aferra a una postura y que le cuesta cambiar.

Ser amable es saber entender que los otros pueden pensar diferente y eso no quiere decir que nosotros estemos equivocados.

Ser amable es aceptar a los otros como son, aun cuando ellos no se comporten en forma amable.

Tienes que ser amable con todos, tanto con las personas que te gustan como con las que no te gustan, inclusive con los desconocidos; porque así es como te sentirás bien y verás que tu amabilidad vuelve reflejada.

A veces somos amables con los de afuera y a los que son de la familia les ponemos cara de perro; porque cuando tratamos con las personas con quienes convivimos olvidamos la amabilidad y la cortesía, porque parece que no hace falta y además estamos siempre pasando factura por algo.

Recién comenzamos a valorar a nuestros familiares cuando los perdemos, entonces estamos dispuestos a ir todos los domingos al cementerio demostrando que nos comunicamos mejor con los muertos.

Ser amable con los que nos agreden es tener una gran capacidad de amor casi ilimitado, es estar dispuesto a poner la otra mejilla.

Lo bueno de la amabilidad es que la gente la aprecia y la reconoce y principalmente no la olvida.