Reciclar la basura





En Argentina, el que tiene buena voluntad y decide hacer patria clasificando la basura, es un bicho raro, porque si lo piensa bien, luego todo lo que lavó cuidadosamente, secó y tiró en distintas bolsas, va a parar al mismo camión recolector que lo prensa y se lo lleva a alguna parte mezclado y sucio, haciendo sentir al que se molestó, un estúpido.


Por lo menos, hasta que no haya una decisión política, para lo único que sirve separar la basura es para acostumbrarse a hacerlo; para cuando exista la infraestructura necesaria que aproveche la buena disposición de la gente.


No ocurre lo mismo en Japón por ejemplo, según cuenta Mariana Trigo Viera, en su columna del diario “La Nación”; “En primera persona”.


Cuando Mariana se fue a vivir a Japón, se llevó una sorpresa, porque en ese país la basura es cosa seria. Hay que tirar las cosas en el recipiente que corresponde, sacar la basura a la calle el día indicado y lavar las botellas antes de tirarlas.




La gente se toma la molestia de depositar los distintos residuos en los lugares de la ciudad destinados al efecto y todos hacen esos recorridos con mucha responsabilidad civil y sin quejarse.


La Municipalidad del lugar reparte instructivos para que la gente sepa dónde está el punto donde se encuentra el contenedor correspondiente y así se pueden reciclar más de diez tipos de materiales.


Pero ese país no es el único en enfrentar el problema de los residuos con decisión política y hechos; porque también Singapur es un excelente ejemplo que llega a sorprender y que puede inspirar a muchos funcionarios que cobran buenos sueldos y que sólo se dedican en su oficina a calentar el asiento.


En ese país la basura que generan los ciudadanos tienen destino útil hasta el año 2040, no es un error de tipeo, es la pura verdad.


El procesamiento de la basura forma parte de un mega proyecto que consiste en la creación de una isla artificial que ya tiene muchos miles de metros cuadrados, con las cenizas de la basura no reciclable, que se ha convertido en un vergel, donde se puede disfrutar de la naturaleza y del aire puro.


La planta procesadora es lo más moderno que existe en la materia y la inversión es millonaria pero los resultados ya están a la vista.


La basura se recicla en gran parte; y lo que queda, que es bastante, es procesada y quemada en hornos especiales hasta reducirla a cenizas.


La energía de la combustión es aprovechada para calentar agua y generar energía eléctrica, al punto que más que una planta de procesamiento de basura es más bien una usina.


La ceniza que queda es aprovechada como material de construcción con la que se ha construido y se continúa construyendo la isla.


Vemos que con inteligencia y creatividad se pueden solucionar los problemas más acuciantes que afligen a la humanidad, porque la basura no sólo ocupa lugar sino que también contamina y puede ser una fuente de enfermedades.


Argentina tiene tierra suficiente y la construcción de una isla no es la solución más adecuada, debe haber otra forma de encarar el problema de la basura mucho menos onerosa que esa y aún más ingeniosa.


Ideas es lo que sobran en Argentina, lástima que cueste tanto llevarlas a la práctica.