Adolescencia, la edad del pavo real





La edad del pavo es la etapa adolescente, un difícil momento de la vida en el que una persona, que no es ni chica ni grande, se siente desubicada, angustiada, observada, criticada y hundida en una oscura confusión.

Esta circunstancia de la vida es ambigua e insegura, porque mientras todos tratan de definir a los púberes infructuosamente, sin parámetros precisos, ellos se sienten invadidos por las dudas, angustiados por sus necesidades insatisfechas, llenos de interrogantes sin respuestas y tan vulnerables como si tuvieran que dar un salto al vacío sin paracaídas.

Los acontecimientos se viven a esa edad con intensidad desmedida; los adolescentes sienten que nadie los escucha ni les presta atención, salvo para criticarlos, porque son grandes para cosas de chicos y son chicos para cosas de grande, mientras tienen que acostumbrarse a un cuerpo que cambia día a día más rápido de lo que pueden aceptar.

Los jóvenes a esa edad se vuelven hiper críticos, nada les conforma, los desengaños son trágicos, los desencuentros dramáticos, la vida se les torna difícil y extraña y sienten que nadie los entiende.

Necesitan aislarse, pensar, elucubrar, para ubicarse y defenderse, e inventar una forma de ingresar al mundo adulto sin hacer el ridículo.

En esta etapa comienzan el colegio secundario, una dura prueba de convivencia con pares con los mismos problemas de adaptación que intentan controlarse con diferentes recursos; pero con el mismo temor, con las mismas dudas e inseguridades para relacionarse y al mismo tiempo teniendo que enfrentar el cambio de nivel de educación y cumplir con las exigencias de una docena de profesores que creen ser los únicos y a quienes no les importan los avatares psicológicos por los que están atravesando, sino su asignatura y su trabajo.

Cada alumno tendrá que aprender a sofocar su vocación para nadar o naufragar en un mar de conocimientos que no le interesan, pero que para el sistema son imprescindibles.

Para un púber que hasta hace tan poco tiempo fue niño, lo que era simple se transforma en complejo y su vida, que se deslizaba casi sin contratiempos, comienza a transformarse en una carrera de obstáculos donde son más las caídas y los golpes que las satisfacciones.

Sin embargo, poco a poco, cuando todo parece hundirse alrededor, la vida misma y la propia natural capacidad de adaptación humana, irán logrando lo que en un principio les parecía imposible, llegar a encontrar su lugar en el mundo, la forma de vincularse, perder el temor al otro, sentirse más seguros y más cómodos y sin la necesidad de tener que luchar con sus demonios.

Esta es una etapa de la vida en la que una persona tiene la oportunidad de aprender a integrarse, a confiar en sí mismo a pesar de todo, a tener más conciencia de las prioridades, a darle a cada cosa su justa importancia, a no creerse perfecto, a aceptar a los demás como son y las reglas de juego.

El adolescente es omnipotente, tremendista, pero cándido e inocente a la vez, quiere cambiar el mundo, el colegio, su familia, todo, porque tiene toda la energía para hacerlo pero poca noción del tiempo e ideas locas y descabelladas. Le cuesta aceptar lo establecido porque desea destacarse y trascenderse a sí mismo.

Un adolescente en una sociedad compleja se siente perdido, porque quiere hacerlo todo y no puede renunciar a nada.

Este es el período en que todos tienen la oportunidad de encontrarse a sí mismos, saber quiénes son, decidir ser la persona que desean ser y cómo quieren verse en el futuro.

Es un momento crucial en la vida; y el que no logra encontrar sus propias respuestas, comprometerse con un propósito personal y estar dispuesto a perseverar en el tiempo, como le pasa a muchos, estará destinado a no superar la edad del pavo y a continuar viviendo como un pendejo.

Fuente: “Teorías de la adolescencia”; Rolf E. Muuss.