Sex and the city




Esta exitosa serie de televisión que ha permanecido vigente en pantalla por tanto tiempo, refleja la circunstancia existencial de la mujer moderna y profesional norteamericana.

Son mujeres solas e independientes, que desempeñan con éxito sus trabajos y que tienen entre ellas una gran amistad, que las contiene.

A lo largo de varias temporadas y muchos episodios, cada una fue mostrando su perfil y los muchos y sorpresivos cambios en sus vidas; intentando, de distintas maneras y con diferentes propósitos, lo que toda mujer desea en esta vida, que es relacionarse con una pareja.

En general, las cuatro tienen muchas dificultades para crear vínculos duraderos, por diferentes razones, porque aunque son mujeres de casi la misma generación, son distintas.

La trama exige contratiempos y adversidades para entretener al público, sin embargo, no difiere mucho de la realidad actual.

Por alguna razón, cada vez que parecen haber encontrado el amor de sus vidas, la relación se diluye en algún momento por algún motivo que por lo general parece ser irrelevante, pero que para ellas y ellos es importante.

Aunque se trate de una historia de ficción, su prolongada permanencia en cartel muestra que muchas más mujeres de las que imaginamos se sienten identificadas con las protagonistas de algún modo, seguramente motivo esencial para haberse destacado de las demás propuestas televisivas.

Los personajes, más que heroínas son seres vulnerables que buscan el amor con el comprensible deseo de no tener que alienarse en él, de ser respetadas como personas individuales con derechos propios y de poder continuar siendo ellas mismas; pretensiones por ahora demasiado ambiciosas que hacen que sus experiencias de pareja terminen.

Las contradicciones, los esfuerzos por hacer lo que no quieren en pos de la relación, los obstáculos a sus objetivos personales, la experiencia de sentirse atados, la falta de respeto por las necesidades individuales del otro, hacen que alguno de los dos se aburra, se sienta demasiado comprometido, comience a competir, luche por tener la razón, sienta celos, envidia, busque la infidelidad como salida, etc.

Es una mirada femenina del nuevo rol de la mujer en una sociedad altamente desarrollada y compleja, que no está dispuesta a renunciar ni a sus propios objetivos ni a su profesión por la pareja o incluso por los hijos; y si en algún momento deciden hacerlo es en forma circunstancial y no implica dedicar la vida entera a la casa y la familia.

Aunque las sucesivas rupturas sentimentales pueden hacerlas sentir infelices y bajar su autoestima por un tiempo, entre ellas se apoyan y se contienen hasta que una nueva relación las vuelve al ruedo.

Los hombres que van transitando por sus vidas, es evidente que no han podido lograr crecer a la par de ellas, porque pocos o ninguno puede adaptarse a tener una pareja que gane más, que se atreva a tomar decisiones por sí misma o que exprese abiertamente sus exigencias.

Fueron muchos siglos de protagonismo absoluto en la historia de la humanidad para que el varón esté dispuesto a abandonarlo para adoptar un nuevo rol en igualdad de condiciones, reconocer los logros de la mujer, llegar a admirarla y aceptar que puede ser tan relevante o más que él en la sociedad, sin sentirse disminuido y sin experimentar que pierde su virilidad y su hombría.

El hombre actual aún no está preparado para desempeñar ese rol y ponerse a la altura de la mujer porque todavía significa para él la amenaza de perder su jerarquía.

Todavía necesita avanzar primero, tener la manija, ser el generador de ideas y el dueño de las decisiones.

Por lo tanto, por ahora, cualquier intento de socavar estos deseos inconscientes que lleva el hombre en sus genes, conducirá a toda pareja al fracaso.

Mientras tanto la mujer que quiere tener una pareja estable tendrá que seguir haciendo lo mismo que hacían antes las mujeres inteligentes, hacer lo que quieren y renunciando al ego, hacerles creer a los hombre que todo es idea de ellos.