La Toma del Colegio Nacional Buenos Aires




Aunque hoy en día ya no hay noticias que asombren, la toma del Colegio Nacional Buenos Aires por sus alumnos es una noticia que desconcierta.

El hecho de habernos acostumbrado a vivir en una sociedad violenta que con la excusa de hacer valer sus derechos vulnera los derechos de los demás, hace que cualquier sector, como el de jóvenes menores de edad que cursan sus estudios en un colegio que goza de un alto prestigio en cuanto a nivel de educación y formación académica, se rebele y se atreva a tomar serias medidas de fuerza para conseguir objetivos de dudosa relevancia, como es la pretensión de que las autoridades del colegio les permita administrar el bar que funciona en las instalaciones de ese establecimiento educativo.

La pérdida del respeto por la autoridad y las normas comienza en los hogares donde los padres no ponen límites.

Lamentablemente, los padres de hoy, no saben, no quieren o no están de acuerdo en ponerle límites a sus hijos y la sociedad es la queda expuesta a la impunidad que gozan los menores de edad cuando cometen delitos.

No hay trabajo que justifique la falta de guía que los padres les deben a sus hijos, pero es evidente que están dispuestos a priorizar los bienes materiales para satisfacer todos sus caprichos.

¿Qué habilidad empresaria puede tener un joven de 18 años aunque tenga la mayoría de edad? Y si se trata de otorgar una concesión por cuenta de los estudiantes, cuál es su personería jurídica y quién se hará cargo del control y de la administración de los ingresos?

Las normas del colegio deben ser respetadas y más aún las que trascienden el ámbito educativo.

Si hay padres que están apoyando esta actitud de los alumnos, entonces este fenómeno es aún mucho más serio, porque están desautorizando a las autoridades del colegio y ¿qué respeto pueden tener un alumno a la autoridad, cuando su propia familia no la respeta?

La mayoría de los padres que llevan a sus hijos al Colegio Nacional Buenos Aires para que cursen sus estudios,  son intelectuales, profesores de la escuela media y de universidades.

Para ingresar a ese colegio el examen es difícil y se supone que quienes logran una vacante provienen de familias que les ha brindado una buena formación y les han enseñado a respetar a las autoridades y a las normas.

Sin embargo, esta conducta refleja que estos jóvenes no han recibido la formación que se supone deberían haber recibido en el hogar de sus padres, la mayoría de ellos maestros, que tampoco les transmiten valores a sus alumnos.

Me pregunto si habrá algún interés espurio solapado,  detrás de todo esto.  Pero si se trata de querer terminar con alguna presunta irregularidad existente en ese negocio, lo que corresponde es realizar la respectiva denuncia o acción legal y no rebelarse ante las autoridades del colegio y utilizar medidas de fuerza para lograr su propósito.

Además, los jóvenes aprenden lo que ven, y lo que tristemente tienen que ver todos los días en las calles es la falta de respeto por los derechos de los otros, en defensa de los intereses propios.