Tres para una pareja




Hay personas que sienten la necesidad de tener otra relación estando en pareja, como si  no les alcanzara con una para disfrutar del amor y necesitaran otra, a escondidas, para sentirse vivas, pero al mismo tiempo tratando de no arriesgar la pareja que tienen.

Tanto el que busca a un tercero como el que acepta serlo, son personas inestables emocionalmente, que internamente saben que esas relaciones no durarán, que son simplemente caprichos, pequeños desafíos para sentirse jóvenes y deseables, trampas en las que pueden caer y lastimarse, experiencias que les complican la existencia, juegos peligrosos que pueden provocar sufrimiento a otros, conductas infantiles que pueden tener consecuencias graves; sin embargo, no quieren darse cuenta que están siendo usadas, y para el que las usa, estas experiencias de peligro suelen ser un estímulo, el ingrediente que necesitan para escapar del aburrimiento.

Generalmente en ambos casos, no se cuestionan su conducta y menos creen que puede tener un problema psicológico, porque simplemente responden a los estímulos que les llegan casi como jugando, como si no tuvieran la intención y estuvieran haciendo una simple travesura.

Sin embargo, esta forma de actuar, en algún momento comienza a producir angustia y ansiedad y en el caso del que engaña, hasta llega a proyectar su culpa y desconfiar de su pareja estable pensando que puede estar haciendo algo igual.

A veces, lo que empezó como un juego se convierte en realidad y se pueden llegar a enamorar, pero por lo general son amores imposibles, porque si la relación clandestina que está manteniendo la persona es con un adúltero, no podrá confiar.

Si son mujeres libres que siempre parecen elegir salir con hombres casados, esta forma de estar en pareja es patológica, porque se tiende a repetir historias que siempre terminan mal.

Otras veces, es tan baja la autoestima, que creen no merecer una persona libre, creen que su destino es compartirla con otro, que se tienen que conformar con alguien que ya tiene un compromiso serio y con escasas posibilidades de concretar.

Son seres que creen que sólo pueden ser felices a medias, que no se atreven a pensar en el futuro, que sólo se merecen las sobras.

Cuando estas relaciones se convierten en una rutina, lo más probable es que, después de un tiempo, terminen, porque pierden el sabor de lo prohibido, se vuelve tediosa y aburrida y no tiene ningún fundamento sólido que la sostenga.

Entonces, esa relación va muriendo poco a poco, los tiempos para estar juntos se reducen, los encuentros disminuyen, los llamados telefónicos cesan y de pronto, un día,  pasa a ser un recuerdo penoso, a provocar tristeza, dolor, desazón y la sensación de haber perdido el tiempo, parte de la vida;  que de esa experiencia no queda nada, sólo un vacío en el corazón y una gran frustración.

Los discursos que hacen los infieles y las promesas que hacen en la cama, pronto se olvidan; porque es difícil que una relación con alguien que ya está casado y además tiene hijos, prospere, si aún está viviendo con su mujer.

Son muchas las cosas que tienen las personas en común que están casadas  para tirar por la ventana por una simple calentura, más si al poco tiempo se sienten igualmente o aún más aburridos, porque esas relaciones no tienen proyecto de futuro, ni hijos, ni vida en común, ni la historia de una vida juntos.

Estas personas necesitan tocar fondo para darse cuenta que están siempre haciendo lo mismo. Recién entonces pueden ser capaces de atreverse a exigir más de una relación, a pretender estar con alguien sin que tenga otro compromiso y lograr por fin, tener una vida propia.