Marcha del 8 N


La marcha del 8 N demostró que buena parte de los argentinos se siente excluído por el gobierno y por esa razón reclama su justa atención.

Pasar por alto este fenómeno es lo mismo que barrer la basura debajo de la alfombra; con el tiempo se irá acumulando hasta provocar problemas más serios como para seguir ignorándola.

Una manifestación pacífica que solamente está exteriorizando sus necesidades no debe ser interpretada como un movimiento en contra del gobierno, solamente es una forma espontánea de expresión que no se puede desatender sin el riesgo de perder la confianza de los mismos partidarios que lo votaron.

Un gobierno sordo y miope que solamente puede oír y ver a los obsecuentes que lo rodean, la mayoría por su propio interés, no tiene la amplitud de perspectiva que requiere la conducción de un país que exige gobernar no sólo para un sector sino para todos.

Los partidos políticos opositores también tienen que ponerse de acuerdo y pensar seriamente en que jamás ganarán las elecciones si no se unen y si no intentan elaborar un proyecto común.

La democracia es incómoda, porque produce mucho ruido y desorden, sin embargo es lo mejor que existe hasta ahora para vivir en una sociedad civilizada.

Pero no basta con salir a la calle a protestar, también hay que desarrollar responsabilidad comunitaria y ser capaces de participar desde un partido político, afrontando los sinsabores que depara ese compromiso.

Faltan líderes que sepan negociar, porque solamente se puede llegar a un acuerdo pacífico a través de la negociación; y saber que cuando las partes no están dispuestas a ceder algo para obtener lo que les interesa, no hay arreglo posible.

Es necesario que los líderes alcancen la grandeza de espíritu de vencer su ego y se terminen los personalismos; porque gobernar significa administrar un país con la colaboración de un equipo de asesores y la participación de un congreso. Es un trabajo, no un reinado.

Los encargados de esta tarea deben tener la capacidad y la eficacia que ese rol exige y no pretender ser un dios que hay que alabar para ser escuchado.

La democracia ha costado mucha sangre, sepamos cuidarla aprendiendo tanto el pueblo como el gobierno a respetarla, porque democracia quiere decir gobierno del pueblo, de todo el pueblo.