¿Destino, lógica o casualidad?




Nacemos con cierta predisposición o tendencia a comportarnos de una determinada manera y no de otra.  Hay bebés llorones y hay otros que sólo lloran cuando necesitan algo, unos que duermen mucho y otros que duermen poco, sonrientes y serios, rápidos para aprender y lentos.

Los hermanos son todos diferentes y aunque pueden tener características comunes, cada uno será distinto.

Los orientales le dicen “karma” a las tendencias  innatas, que según esta creencia es el condicionamiento que tiene el alma de las vidas pasadas que busca en esta vida,  el equilibrio.

La suerte parece favorecer a las personas que tienen una manera de pensar positiva, que se dejan llevar por las circunstancias, que pueden ser capaces de abandonar sus planes y entregarse a las oportunidades que les brinda la vida.

Esta forma de vivir,  les permite ser más felices y a la vez les resulta más fácil el cumplimiento de sus objetivos; porque está comprobado que las personas que aprovechan las situaciones inesperadas y pueden postergar sus proyectos, terminan consiguiendo de la mejor manera, lo que querían.

Un estudio de entrevistas realizadas en la Universidad del Estado de Carolina del Norte, Estados Unidos, a 42 operarios de ingeniería, reveló que frecuentemente los problemas que surgían en su trabajo se resolvían en forma inesperada con los recursos más improbables.

La suerte parece favorecer en mayor proporción a quienes creen que tienen suerte, personas que en general son más abiertas a los cambios, extrovertidas, con más cantidad de relaciones y menos conflicto interno, que además de centrarse en sus objetivos son capaces de tener otras expectativas,  y aumentar sus  posibilidades de tener éxito.

La rigidez puede hacer que una persona sea eficaz en lo que se propone pero cerrada a la creatividad y a cosas nuevas.

La rigidez no permite ser flexible para adaptarse a los cambios, crea la tendencia a hacer siempre lo mismo, principalmente para hacer las cosas bien y evitar cometer errores.

Pero un solo enfoque de la realidad no basta para poder ser creativo y tener más posibilidades de éxito, porque mirar siempre lo mismo no permite prestar atención a todo el resto y disminuye la probabilidad de aprovechar lo inesperado.

Con la edad, las personas se vuelven más rígidas e inseguras y tienen más prejuicios y más miedo a los cambios.

El problema es que confían más en lo que pueden lograr con sus proyectos y con su propio esfuerzo que en las oportunidades que se presentan.

Es cierto que todas las oportunidades que la realidad ofrece no tienen garantía, pero prestarles atención siempre vale la pena, son riesgos que aportan experiencia de vida y que suelen ser la bisagra que puede cambiar a largo plazo  el rumbo de una vida para bien.

No es casual que la mente se mantiene más lúcida cuando la persona se atreve a hacer siempre cosas distintas, a conocer gente nueva o a aprender otras disciplinas, porque la mente es plástica y se adapta hasta el último minuto de la vida.