El Adulto infantil



Crecer y madurar no es fácil, porque es inseguro, incómodo y además duele; y las personas, en general, prefieren sentirse seguras, protegidas y tranquilas, aferrándose a una perpetua infancia, dependiendo de quienes los han cuidado desde que nacieron y sin asumir responsabilidades.

Hoy en día la mayoría lo puede hacer, porque los padres viven más tiempo y pueden brindar a sus hijos más confort que antes, con su esfuerzo, por mucho más tiempo.

Así, la madurez se ha ido desplazando hacia edades más avanzadas y no es raro ver a hombres de más de treinta años andando en patines o patinetas compitiendo con adolescentes; y a muchas mujeres ya maduras que pretenden parecer más jóvenes o ser madres cuando sus óvulos ya no son fértiles.

Los adelantos científicos se ha ido adaptando a estas circunstancias y han conseguido soluciones para estas madres añosas, que ahora pueden concebir hijos aunque su etapa de ser madres haya concluido y aunque sus descendientes no sean producto de sus propios óvulos sino de los de mujeres donantes más jóvenes.

Es bueno saber que la donación de óvulos tiene sus límites, ya que no se puede repetir ni en forma frecuente ni durante un tiempo indeterminado y que no es un proceso sencillo, ya que exige a la donante someterse a un procedimiento complejo no exento de trastornos físicos.

A los hombres les resulta más difícil pasar de la adolescencia a la madurez porque creen que para ellos significa un mayor nivel de compromiso, ya que todavía hoy en día, la expectativa de rol del hombre en esta cultura continúa siendo el de principal proveedor, aunque en la realidad no sea del todo así.

De esta forma, si un hombre se atreve a madurar tiene que enfrentar el desafío de dejar todas las comodidades que disfruta viviendo solo o con sus padres o tener que luchar para conseguir sus objetivos teniendo cargas de familia.

¿Qué se puede hacer frente a esta realidad inquietante que posterga la creación de la propia familia tanto tiempo?

Lo ideal es poder elegir con inteligencia como pareja a la persona que esté más allá de lo convencional y que se atreva a ser única y distinta, que renuncie a seguir siendo adolescente después de los 18 años, aunque no haya terminado su carrera; y a la patineta para siempre; y que sea capaz de crear un vínculo afectivo formal y desee en el futuro, cuando los pueda mantener dignamente, tener hijos.

Todavía hay muchos hombres así, que han sido criados con valores morales y sentido de la responsabilidad y que no le temen al compromiso. Estas personas han aprendido a crecer psicológicamente desde chicos, asumiendo pequeñas responsabilidades que les competen y tomando pequeñas iniciativas y decisiones, condiciones que les permitieron creer en ellos mismos y respetarse como personas. En la adolescencia ya es tarde porque no se puede educar a una persona a esa edad, cuando la tendencia de esa etapa es oponerse a todo.

Un niño bien criado, a quien se le han permitido pequeñas libertades; se sentirá seguro y confiado y no necesariamente tendrá que atravesar por una grave crisis en su adolescencia. Irá aceptando los cambios de su esquema corporal en forma armónica y con valentía y esa etapa no será para él una experiencia traumática que lo pueda perturbar, sino un aprendizaje fecundo que no dejará huellas en su carácter.

Esto dependerá también de la madurez de sus padres, o sea de cómo han asumido su propia edad y su nivel de compromiso.

Malena