Mi hijo no me come



Es común escuchar a nuestro alrededor decir esta frase a madres que no saben qué hacer con sus hijos cuando no quieren comer y les dejan toda la comida en el plato. Hasta los niños más dóciles y tranquilos pueden convertir la hora de la comida en una cotidiana tortura para esas madres.

Al principio un niño chico prefiere alimentos dulces después de haberle retirado el pecho. Obviamente, su paladar está acostumbrado al sabor de la leche materna, ligeramente dulzona y tibia junto al reconfortante contacto obligado con su madre y naturalmente le resulta difícil aceptar otra cosa diferente.

Más adelante, su reacción frente a alimentos que no conoce, ahora salados, puede ser desfavorable y rechazarlos durante bastante tiempo.

La adaptación a toda clase de comidas depende de cada niño pero también del entorno familiar, del aprendizaje y del comportamiento que adopta su madre.

A veces, las madres, con tal de que sus hijos coman, les hacen siempre lo mismo, fideos con manteca o cualquier otra cosa que no tengan que masticar, pero esto lleva al problema de que la alimentación se torne escasa de nutrientes e insuficiente para el niño, haciendo que sus padres se preocupen.

Todo niño se da cuenta de la importancia que tiene para su madre lo que come o no come, de manera que puede aprender a manipularla con la comida a su antojo.

Por lo general, esta situación no se produce en una familia numerosa, en primer lugar porque la madre no presta demasiada atención a los berrinches que hacen los hijos que no están satisfechos con el menú del día y que son mañeros para comer; y en segundo lugar porque lo usual, es que la madre les retire a todos el plato cuando la mayoría termina y el chico problema se quede sin comer.

En esas familias no suele haber menú a la carta ni ninguna clase de favoritismo especial para los caprichosos, por lo tanto, de esa manera, aprenden a comer lo que sea.

Los carbohidratos y las grasas son los preferidos de los niños, como las galletitas dulces, las papas fritas o las golosinas, porque tienen alto valor de saciedad cuando sienten hambre.

Los niños suelen rechazar los alimentos que no conocen pero también no dudan en tragarse una moneda u otro objeto no comestible si les resulta atractivo.

Salvo algunas excepciones, recién a los doce años los niños comienzan a comer de todo, aventurándose a alimentos nuevos principalmente cuando ven que sus pares los comen.

Lo que parece más eficaz que el enojo para los padres ansiosos, es la paciencia, tenerle mucha paciencia al niño que ingiere solamente lo que le gusta y en muy pequeñas cantidades, tratando de no hostigarlo ni mostrarle preocupación alguna.

Hay que tener en cuenta que es muy raro que un niño se enferme por no comer, porque asimilan todo lo que comen y por lo general lucen saludables y fuertes.

Estos niños difíciles con la comida suelen comer normalmente cuando no están en casa. En esas circunstancias ese niño mañero para comer en su casa, suele comer de todo, generalmente imitando a sus amiguitos.

Un niño no necesita comer mucho cuando es pequeño, ya que una pequeña ración para él puede ser más que suficiente.

A veces las madres sobrealimentan a sus hijos porque creen que tienen que llenarse para estar sanos y crecer. No saben que están creando hábitos que pueden provocarles sobrepeso, y que luego resultan muy difíciles erradicar.

Si un niño luce saludable y normal y tiene el peso adecuado para su estructura física y su edad, no hay de qué preocuparse.

Malena