TDAH Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad en Adultos



El adulto que padece de este trastorno, es impulsivo y tiene problemas de concentración, por lo que puede tener dificultades en su trabajo y en sus relaciones personales.

A estas personas les resulta difícil quedarse mucho tiempo quietas, por lo que una rutina laboral que les exija mantenerse inmóviles varias horas puede ser para ellas un problema, ya que pierden la capacidad de escuchar con atención y de controlar su necesidad de movimiento.

De pequeños, estos niños con TDAH, que ahora ya son adultos, fueron generalmente niños problemas, demasiado activos, revoltosos y muy despiertos, condiciones que volvían locos a sus padres y a sus maestros; pero ahora, que ya han crecido, alrededor de un treinta por ciento de los afectados siendo niños continúan padeciéndolo.

Como la sigla lo indica, los síntomas más relevantes de este trastorno son la impulsividad, la hiperactividad y el déficit de atención, patología que presenta el 4,5 por ciento de la población adulta, asociada a veces a las adicciones, a la depresión, a la ansiedad y a los problemas de personalidad.

En los adultos, el déficit de atención dificulta concentrarse en las conversaciones o en la lectura y registrar en la memoria parte de los contenidos.

Estas personas se distraen con facilidad y suelen permanecer dispersos en estado de ensoñación estando despiertos. Por esta razón suelen ser lentos y cometer errores por falta de atención.

A estos individuos les cuesta mantener su empleo, por lo que en general terminan trabajando por su cuenta. También sufren más accidentes cuando manejan y cometen mayor cantidad de infracciones por no respetar las reglas de tránsito.

Los fracasos en el aprendizaje pueden bajar su autoestima y desarrollar un concepto negativo de sí mismos, causarles depresión, sentimientos de culpa, miedo, enojo, comportamientos agresivos y a compensar su déficit evitando situaciones nuevas.

Padres con este trastorno pueden transmitir a su descendencia esta predisposición genética y es común que las frecuentes discusiones y peleas familiares también los afecten.

En la mujer este trastorno se manifiesta en forma diferente, mostrándose menos hiperactivas pero más dispersas, con humor inestable, mayor inseguridad y con tendencia a sufrir depresiones.

Los varones en cambio suelen canalizar su hiperactividad motora en deportes de riesgo para descargar su energía. En otros la hiperactividad se traduce en una inquietud interior que los mantiene tensos.

La falta de control de impulsos hace que estos individuos tomen decisiones sin reflexionar ni pensar en las consecuencias, lo que los puede llevar a situaciones comprometidas que luego les resultarán difíciles de resolver.

Son personas impacientes que no pueden controlar sus emociones, por lo que es común que estallen por cualquier insignificancia debido a su escasa tolerancia a la frustración. Son desorganizados en sus casas, dejan sin terminar lo que empiezan, son descuidados y desconsiderados, condiciones que le crean conflictos con sus parejas, dificultades para asumir su rol de padres, problemas para poner límites a sus hijos, para imponerles normas claras y para hacerse respetar.

Este trastorno no se presenta en todas las personas exactamente igual, en algunas puede predominar la falta de atención y en otras la hiperactividad y la impulsividad.

Los varones padecen este trastorno, entre tres y nueve veces más que las mujeres, presentan mayor tendencia a las adicciones y una mayor predisposición a sufrir de un trastorno de identidad disociativo.

En cuanto a las mujeres presentan mayor tendencia a las depresiones y a las fobias y pueden sufrir de otros trastornos psiquiátricos, cuyas causas aún se desconocen, no habiéndose determinado todavía si esta relación se debe a factores ambientales o genéticos

Existe terapia farmacológica efectiva para el tratamiento de este trastorno, aunque aún no se conocen sus efectos a largo plazo.

La terapia cognitiva individual y grupal ayuda a estos individuos a modificar su autoimagen y a tener mayor confianza en sí mismos.

Malena

Fuente: “Mente y Cerebro”; No.54/2012; “Sin rumbo fijo”; Esther Sobanski y Bárbara Alm; psiquiatras del Instituto Central de Salud Mental de Mannheim.