La competencia entre padres e hijos


Madres y padres pueden intentar vanamente aferrarse a la juventud cuando sus hijos son adolescentes; porque no todos pueden adaptarse a las distintas etapas de la vida y aceptar el paso del tiempo.

Los padres que más sufren en estas circunstancias son los que siempre han sobrevalorado la estética, la belleza, el éxito, el poder o la sexualidad, por sobre todos los demás atributos de la personalidad; dejando de lado cualquier otro interés no material.

Sin embargo, se puede tomar conciencia a tiempo de la propia conducta, revertir este proceso y recuperar el rol de padres, porque este reconocimiento es fundamental en una fase crucial del desarrollo de sus hijos, para que puedan aprender, a su vez, a aceptar la madurez como algo natural y no como un castigo.

Los padres tienen que actuar como personas maduras, hacer frente a sus dificultades sin involucrar a los hijos ni buscar su apoyo, porque esa es su propia circunstancia y nadie puede vivir las experiencia de otros ni solucionar problemas ajenos.

Así como los adolescentes tienen su propio grupo para identificarse y sentirse contenidos en él; los padres tienen que aprender a relacionarse y compartir experiencias con gente de su misma edad, que seguramente están pasando por las mismas circunstancias.

Algunos padres y madres hacen su crisis de identidad a los cuarenta, porque no han tenido oportunidad de hacerla en su momento, o sea en la adolescencia. Los hombres maduros es común que comiencen a salir con chicas tan jóvenes como sus propias hijas y sus mujeres caer en una depresión u obsesionarse con su propio cuerpo, pretendiendo que con cirugías podrán hacer retroceder el tiempo.

Aceptar el cuerpo es el principal logro en la búsqueda de la identidad, que es la que tiene que cambiar en cada etapa de la vida para permitir adaptarse a los cambios.

La ignorancia puede ser un obstáculo para alcanzar la madurez, porque muchos no saben que su sexualidad puede mejorar y que ningún atributo se pierde del todo cuando se aprende a crecer naturalmente.

A veces son los propios hijos los que enseñan a sus padres a recuperar su rol, no siempre de buenas maneras sino con la crueldad que los caracteriza cuando comienzan a crecer; y ese enfrentamiento, aunque necesario entre padres e hijos puede ser doloroso, pero útil para que puedan cambiar su forma de pensar y aceptar la realidad tal cual es.

No es fácil crecer y madurar en una sociedad que considera la juventud como una cualidad y no como una etapa más de la vida que puede ser tanto o aún más conflictiva que cualquier otra. Tal vez sean los cambios, que cada vez son más rápidos, los que acentúan la brecha generacional y que hace que el paso de los años represente, no un proceso natural sino un estigma que vuelve a una persona madura, anticuada y obsoleta.

Malena

Fuente: “Tengo un adolescente en casa”; Beatriz Goldberg, psicóloga.