Por qué la gente no cuida la vía pública


La vía pública es tierra de nadie sin embargo es el lugar por donde tenemos que transitar todos los días.

Veredas rotas, basura, ruidos molestos, vendedores ambulantes, manteros, gente que duerme en la calle, grupos de protesta que entorpecen el tránsito, vagabundos alcoholizados, cuidadores de autos sin permiso, indigentes que piden limosna y grafitis por todos lados que muestran desprecio por la propiedad ajena al ensuciar las paredes con sus garabatos, que sirven solamente para confirmar su falta de talento.

Todos los días, los sufridos habitantes de la ciudad de Buenos Aires, tenemos que presenciar el triste espectáculo que ofrecen las calles descuidadas y la gente que ocupa la vía pública en forma indebida, aprovechando la inoperancia de las autoridades.

Los pedigüeños persiguen a sus víctimas hasta arrancarles una moneda, se meten en los restaurantes y obligan con su insistencia a pagar el impuesto al pobre, a quienes se han acostumbrado a vivir de los demás.

Vivir en una ciudad sucia, decadente y llena de gente dispuesta a arrebatarle al otro lo que tiene cuando se descuida, no es fácil ni agradable.

Para cada una de las infracciones que se cometen en la ciudad existen ordenanzas municipales que no se cumplen, por eso está lleno de personas que tratan de aprovechar esa impunidad para hacer su negocio.

Me pregunto dónde está la fuerza pública, porque actualmente tenemos a la Policía Federal y a la Metropolitana, sin embargo, no podemos pretender que en épocas de elecciones alguien se atreva a ordenar una redada.

La gente que circula por Buenos Aires mira con indiferencia los recipientes de residuos y tira la basura en cualquier parte. Paquetes de cigarrillos, envases de plástico, restos de comida, papeles de todas clases, envoltorios de golosinas, ropa en desuso, permanecen en las veredas muchos días, hasta que el viento o la lluvia se encargan de dispersarlas.

Es probable que la cultura ciudadana haya incorporado el concepto de que el espacio público es responsabilidad del Estado, pero que el ciudadano no tiene ninguna obligación de hacer nada.

Es cierto que son los funcionarios públicos los que tienen que ocuparse de los problemas de la vía pública pero ninguna organización estatal es suficiente cuando la población no colabora y contribuye activamente para ensuciar las calles.

En un país democrático la libertad bien entendida no es andar por la calle cometiendo atropellos y delitos burlándose de la ley, sino que la verdadera libertad tiene límites y termina cuando comienza la libertad de los demás.

Este es un momento en que la irreverencia, la falta de respeto por el prójimo, el abuso, la ocupación indebida del espacio público, la pegatina de publicidad trucha, el vandalismo contra el alumbrado público, las plazas, los cestos de basura y contra los monumentos públicos, nos está costando a todos grandes sumas de dinero para su reparación.

La falta de control nos hace pensar inevitablemente en la posibilidad de la complicidad de las autoridades en organizaciones delictivas; porque en las calles existen muchas mafias, gente que lucra con la pobreza, que permanece invisible y que se dedica a fraccionar productos simulando una venta callejera para la mera subsistencia. Estas mafias, que aprovechan las necesidades de la gente sin recursos, suelen contar con el apoyo de funcionarios influyentes, porque ninguna organización clandestina puede mantenerse mucho tiempo sin el amparo de grupos vinculados con alguna fuerza de poder.

Los problemas ciudadanos también se relacionan con la falta de sentimiento de pertenencia y total desarraigo de quienes transitan por las grandes ciudades, que no creen que tengan obligación de cuidar la vía pública, porque piensan que la calle no es de ellos.

Empecemos el cambio de adentro hacia afuera, tomando conciencia de la responsabilidad que todos tenemos en estos problemas y seamos capaces de cambiar empezando por poner la basura en su lugar y respetar el espacio público y la propiedad de los demás, si es que aspiramos a vivir en un país mejor y más civilizado.

Malena