Cómo enseñar a los hijos a ser adultos responsables


Los hijos crecen sanos cuando reciben amor de sus padres y de las personas que son significativas para él y cuando conocen los límites.

Gracias a ese amor incondicional pueden desarrollar la autoestima, sentirse seguros y tener confianza en sí mismos.

Un niño viene al mundo pre programado para poder aprender de la experiencia; y si no recibe las señales adecuadas que lo hagan sentir valioso, digno de ser amado y único, se sentirá disminuido e inseguro y tendrá dificultades para construir una identidad con bases sólidas.

Esto no quiere decir que todo tiene que ser un jardín de rosas, porque también tendrá que vivir momentos de frustración y enfrentar el rechazo, pero el balance tiene que ser positivo, o sea, que incluso en los malos momentos tiene que tener la oportunidad de sentirse reconocido como persona con derechos propios y no sufrir humillaciones.

Es importante para un niño que los padres tengan expectativas razonables y adecuadas para él, según sus propias aptitudes y no para cristalizar sus propias aspiraciones no cumplidas y sin tener en cuenta los deseos y las capacidades de su hijo.

Un hombre maduro no adquiere madurez cuando cumple su mayoría de edad, comienza a hacerse maduro desde niño, teniendo la libertad de tomar pequeñas decisiones que hacen a su quehacer cotidiano, manejando pequeñas cantidades de dinero; y gozando de pequeñas libertades para desenvolverse solo a medida que crece.

Los niños aprenden mejor con el ejemplo y raramente los hijos de padres sensatos, que hacen lo que predican; se comportan diferente a ellos.

Es inútil apurar el desarrollo de un niño tratando de emular a otros, incentivándolos para que se ponga a nivel aunque él no tenga interés, porque cada persona es distinta y tiene sus tiempos.

La presión social es muy alta y a veces caemos en la trampa de comparar a nuestros hijos con otros que además de ser otros, viven en un ambiente familiar diferente, en contextos distintos y se mueven en otros círculos.

Lo más importante para un hijo es ayudarlo a desarrollar una personalidad firme, a respetar los valores humanos y a actuar en función de las reglas morales que también honra su familia.

Si somos obsesivos con nuestras propias expectativas e intentamos hacer más de lo que podemos, nuestros hijos lo percibirán y podrán ocurrir dos cosas: se identificarán con esos padres exigentes y perfeccionistas o bien harán todo lo contrario como reacción a sus exageradas exigencias.

Eduquemos a nuestros hijos para que sean personas responsables y se hagan cargo de sus acciones, haciendo nosotros lo mismo.

Respetemos su infancia y no aceleremos ese proceso, porque más importante que tener una casa perfecta donde todo está impecable y en su lugar como en un museo, es que tenga calor de hogar y todo sea distendido, evitando la disciplina militar porque no es necesario.

Respetemos a nuestros hijos para que ellos nos respeten.

Malena

Fuente: “Criar hijos confiados, motivados y seguros”; Maritchu Seitún