Hogares felices, personas sanas



Un hogar es feliz cuando quienes viven en él mantienen una relación armoniosa y mutuamente se respetan.

Un solo integrante del hogar que desea vivir feliz puede hacer feliz al resto, porque la alegría se contagia así como la depresión y la tristeza.

En un hogar feliz reina la flexibilidad, porque la rigidez es la que causa los problemas, o sea ser inflexibles con la limpieza, con el orden, con la comida, con los horarios o con las reglas.

Cuando los hijos son grandes exigir que se sienten todos al mismo tiempo a la mesa para comer es una pretensión un tanto ambiciosa, porque cuando los chicos crecen pierden la noción del tiempo y suelen comer cuando tienen hambre y no cuando la comida está lista.

Por eso, el que hace la comida, cuando termina, tiene que avisar a los demás y comenzar a comer sin esperar que lleguen los otros y sin enojarse cuando aparezcan.

Los horarios, las reglas de convivencia, el orden y la limpieza tienen que existir en una casa, pero no necesariamente el que tiene a su cargo esos quehaceres se convierte en dueño de todos los lugares de la casa.

Los jóvenes se levantan tarde, por lo general, si no tienen compromisos, los mayores más temprano, aún los fines de semana. Es necesario que para mantener una buena relación, que se respete el estilo de vida que tiene cada uno, con cierto margen de tolerancia.

La tolerancia cero es la que provoca los problemas más comunes, cuando vivir en una casa es igual que estar en el ejército.

Cuando hay niños chicos se puede ser más estricto para que aprendan las normas de convivencia y los límites, porque cuando lleguen a la adolescencia ya será tarde.

Tiene que haber límites para todos, incluso para los padres, ya que ellos tienen que predicar con el ejemplo.

Los jóvenes menores de edad tienen que tener ciertas libertades, pero los padres deben saber, mientras son menores, dónde van y con quién están cuando salen.

Los padres tienen que hacer un frente común para educar a sus hijos y no transmitirles mensajes contradictorios, o sea decir uno una cosa y el otro, otra; porque si sus hijos reciben mensajes contradictorios les será imposible incorporar valores.

El buen humor es la mejor argamasa que une a la familia, caras sonrientes, alegría, optimismo y padres disponibles siempre para los hijos, ya sea personalmente o por teléfono.

Cuando los hijos cumplen 18 años y deciden tomarse un año sabático, es el momento en que hay que señalarles que ya son adultos como ellos; y como tales, si no estudian, tienen la obligación de procurarse su sustento, aunque vivan con ellos.

Esta exigencia es lógica y no se puede rebatir de ningún modo, porque los hijos quieren ser adultos y seguramente estarán dispuestos a hacer lo correcto.

Cuando no lo hacen, es porque los padres no fueron bien explícitos porque en el fondo piensan que si comienzan a trabajar abandonarán sus estudios, por eso, la forma que utilizan para presionarlos y doblegar su voluntad es la extorsión, dándoles todo sin exigir nada a cambio, pensando que su actual desidia es sólo temporal.

No se puede obligar a un hijo a hacer una carrera universitaria, de hecho, la mayoría de estos jóvenes que van obligados a la facultad, sólo van a calentar el asiento, le quitan el lugar a otro que tiene más interés y abandona al poco tiempo.

Hay que aceptar a los hijos como son, y si no quieren estudiar, señalarles que tienen que saber un oficio para poder trabajar haciendo lo que les gusta, sin pretender aplicar patrones que pueden ser operativos para otros.

Aceptar a los hijos es demostrar amor hacia ellos tal cual son y tengan las habilidades que tengan.

No siempre tener títulos que no les interesan a los hijos es garantía de que podrán ejercer su profesión con creatividad e inteligencia; ocuparán una silla y tendrán un escritorio y un sueldo, pero las horas que pasarán en su trabajo serán lentas.

De esa forma engrosarán las filas de todas las personas que como ellos cayeron en la trampa y ahora viven insatisfechos haciendo lo que no les gusta, porque en su momento fueron obligados de mil maneras a estudiar carreras que no eran para ellos.

Malena