Los Excesos


Estamos viviendo la era de los excesos, de la desmesura, del desenfreno y de la falta de límites, en que la informalidad , los desbordes y el descontrol, son las premisas habituales en estos tiempos; y el individualismo llega al extremo de hacer que los seres humanos sólo piensen en sí mismos.

Exceso de estímulos, de información, de velocidad, de tecnología, de violencia, de adicciones al alcohol, a las drogas, al juego, al sexo, al trabajo, a la comida; exceso en la práctica de deportes de alto riesgo, excesos en las manifestaciones de protesta que no tienen reparos en tomarnos de rehenes, exceso en el abuso de menores o cometiendo violaciones, exceso de abuso de poder y actos de corrupción que llegan a dejar en bancarrota a una nación.

La frustración, el descontento, la insatisfacción, son las condiciones de riesgo que hacen que los seres humanos intenten llenar el vacío existencial con excesos.

La conducta errática y rebelde que era privilegio de los adolescentes, ahora se ha extendido a todo el resto; porque transgredir las normas, ir más allá de los límites, derrumbar barreras y terminar con las tradiciones se han convertido en placeres por sí mismos; y todo lo que produzca adrenalina es bienvenido porque sin ella la vida parece no tener sentido.

Los excesos nos acompañan a todos cada minuto del día y estamos acostumbrándonos a aceptarlos como estilo de vida.

Los funcionarios que no hacen su trabajo y nos maltratan, los burócratas que generan papeleo confuso, el ruido, el caos del tránsito, la gente que nos atropella hipnotizada manipulando sus teléfonos celulares con afán maníaco, son excesos que se confabulan para mantenernos malhumorados, inquietos, incómodos y estresados.

El ritmo vertiginoso de la vida moderna está llena de excesos, de apuros innecesarios, de corridas inútiles, de esfuerzos superfluos.

El cambio incesante no nos permite adecuarnos a ellos y siempre quedamos fuera de onda con respecto a los que parecen estar siempre en la cresta de la ola.

Este incomprensible apuro en tomar la vida de un solo trago sin saborearla, aceptando el ritmo vertiginoso del momento, viviendo a la defensiva y creyendo que todo depende de nosotros, nos llena de terror y desesperación y nos vuelve irritables porque nos hacen sentir que estamos siendo vividos por otros.

La gente está tan saturada de información que ya no puede prestar más atención a nada, ni ser capaz tampoco de asimilar lo que le pasa.

Creo que la solución es aprender a ser más flexibles, menos rigurosos en cuanto a los logros, y no tomar la vida tan en serio; y principalmente, aprender a creer que no somos seres aislados sino que formamos parte de un todo y que no todo depende de nosotros.

Tal vez, esta realidad que nos desborda la podamos convertir en un desafío para poder medir si somos capaces de adaptarnos a este ritmo tan rápido, confiando en el propio ritmo sin pretender competir con nadie y hacer lo que podemos o preferir quedarnos como entelequias negando todo y mirando cómo avanza el resto.

Malena