El
abuso de los celulares y de las redes sociales se está transformando en un
fenómeno alienante; sin embargo, puede estar manifestando problemas subyacentes, como dificultades de relación,
patologías psicológicas, fracaso escolar, frustración social, tendencia al aislamiento
o disfunciones familiares.
Lejos
de ser una manera de restablecer una conexión sana con el mundo puede producir
la pérdida de la habilidad para conectarse socialmente en forma real y favorecer
la creación de relaciones ficticias.
Esta
adicción a un comportamiento compulsivo sin drogas requiere para su tratamiento
aprender a controlar la conducta.
Los
jóvenes no reconocen su adicción a los medios de comunicación virtuales pero se
puede descubrir esta patología a través del fracaso en el rendimiento escolar, de la tendencia al aislamiento, de los trastornos del comportamiento, de la
fabulación y las mentiras y de los cambios de los ritmos de sueño y vigilia.
En
una edad en que a los jóvenes les resulta difícil conectarse con su grupo,
expresar las emociones y reafirmarse a sí mismos, la tecnología es utilizada
como intermediario para crear una falsa identidad, abandonar el mundo real por
otro ilusorio y perder la capacidad para el contacto personal
La
pantalla se convierte el escudo de protección que los adolescentes necesitan
para compartir el tiempo libre con los pares y para lograr hacerse populares
creando una imagen falsa de ellos mismos.
Como
cualquier droga, estos aparatos dan respuestas más veloces, permiten
interactuar sin riesgo inmediato, proporcionan gratificación rápida y la
posibilidad de relacionarse sin estar ansioso..
El
uso de esta tecnología es positivo cuando no influye en las demás actividades sociales
y habituales del individuo pero se convierte en algo negativo cuando interfiere
con el estudio, con las prácticas deportivas, con las salidas con amigos y con la relación familiar
provocando aislamiento, ansiedad y pérdida de la autoestima y del control.
El
adicto a estas tecnologías piensa solamente en la conexión con la red o con el
celular desde que se despierta a la mañana y hasta el último minuto antes de
acostarse, reduciendo cada vez más el tiempo que necesita para sus actividades
cotidianas, como comer, estudiar o conectarse personalmente con otras personas.
Las
redes sociales son utilizadas por el adicto como una forma de escapar de la realidad
y sentirse más animado, pero distorsionan el mundo real.
Los
indicadores que transforman el hábito de estar conectado en una adicción son, por ejemplo, dormir pocas horas debido al exceso de tiempo
dedicado a la red; acostarse cada vez más tarde; descuidar la vida personal,
las obligaciones y la salud; estar pensando en la red todo el día, alterarse en
forma desmedido cuando hay una falla en la conexión; recibir quejas de la
familia por el uso abusivo de Internet; perder la noción del tiempo cuando
están conectados, mentir sobre el tiempo que le dedican, estar de mal humor,
aislarse y perder el interés por otras cosas; sentirse feliz y activo sólo
frente a la pantalla.
Las
redes sociales no solamente son adictivas sino que también son fuente de
información deformada y maliciosa y no siempre adecuada a todas las edades porque permite el acceso a material inapropiado y además pueden atentar contra la intimidad. También incitan a cometer delitos y a ser motivo de exclusión social por
no compartir o entender mensajes codificados.
Los
adolescentes son los más vulnerables a sufrir de esta adicción por la capacidad que tienen para adaptarse a esta
nueva tecnología y por su necesidad de buscar nuevas sensaciones, pero
afortunadamente no todos desarrollan un comportamiento adictivo de dependencia
y falta de control en las redes.
La
impulsividad, la inestabilidad emocional, los frecuentes cambios de humor, la
baja tolerancia a la frustración, la falta de resistencia a la crítica y la
necesidad de vivir emociones fuertes y de trasgredir las normas, son las
características de personalidad que incrementan las posibilidades de caer en
una adicción a esta tecnología.
Los
problemas de personalidad, como el miedo al rechazo, la timidez exagerada, los
problemas familiares, el color de la piel, la depresión, la obesidad, el
déficit de atención e hiperactividad, la baja autoestima y la tendencia a
dejarse influir por el entorno, habituado al uso abusivo de la tecnología, constituye el terreno propicio para desarrollar en
los jóvenes una adicción de cualquier tipo.
Para
evitar estos excesos los niños deben ser instruidos por sus padres a utilizar
la tecnología de la comunicación en forma planificada y con límites horarios y
al mismo tiempo deben controlar su contenido y conocer las páginas a las que acceden. Además, es tarea de los padres hacerles saber a sus hijos que deben resguardar
su intimidad y no publicar fotografías íntimas propias o de otros, o brindar información privada que pueda ser útil a personas inescrupulosas, para cometer delitos.
El
tratamiento terapéutico para recuperarse de esta adicción consiste en volver a
aprender a conducirse en forma controlada, para lo cual es importante mejorar
los problemas del entorno y cambiar el estilo de vida siendo capaz de enfrentar las dificultades de la vida cotidiana y obtener otras fuentes de
satisfacción fuera del mundo virtual.
Malena
Fuente:
“Mente y Cerebro”; No.61/2014; “Adictos a las nuevas tecnologías”; Enrique
Echeburúa; investigador del Centro de Investigaciones Biomédicas en Red de
Salud Mental, miembro de la Academia Jakiunde y catedrático de psicología
clínica de la Universidad del País Vasco.
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Tengo un amigo al que su adicción por las redes sociales le ha costado su matrimonio. Realmente triste.
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