Vivimos
una época en que la gente ha olvidado ser agradecido, una virtud que ayuda a
sentirse mejor consigo mismo y que mejora las relaciones de convivencia.
Muchos
han aprendido a ser desconfiados y no pueden creer que haya alguien capaz de
hacer algo en su beneficio, por nada y que
sin duda lo que busca con su actitud generosa es obtener algún provecho.
Sin
embargo todavía hay gente que practica la virtud de hacer el bien sin mirar a
quien y sin ningún interés personal.
Sin
ir más lejos, son las madres las que hacen todo por sus hijos sin esperar nada
a cambio, reconfortadas solamente por el hecho de verlos sanos y felices. Pero sólo a pocos se les ocurre ser
agradecidos con sus madres a quienes les deben ante todo el hecho primordial de
estar vivos.
La
gratitud es el acto que expresa el reconocimiento de haber recibido algo como
prueba de estima y amor, merecido o no.
Es el sentimiento que refleja haber tenido en cuenta la generosidad de
una persona hacia uno.
Pero
lamentablemente, esta época se distingue por la falta de generosidad y el egoísmo
de la gente, tan centrada en sí misma, que
le resulta imposible ponerse en el lugar
de otro.
La
generosidad es un don, es una energía humana que era común en los pueblos
primitivos pero que resulta escasa en las culturas actuales regidas por la
competencia y las reglas del mercado.
Sin
embargo, la generosidad, que vence la lógica de defender el propio interés,
hace posible la apertura a nuevas relaciones de cooperación social que puede
beneficiar a todos.
Ser
generoso, altruista, caritativo o desprendido en estos días, suele ser considerado
por los escépticos, como actitudes que
ocultan la satisfacción de sentirse superior a los demás y de disfrutar de ello. Punto de vista que les sirve para evitar el
compromiso.
Algunos
viven el acto de agradecer un favor, como una humillación frente a alguien que
puede más que ellos, ignorando que siempre, hasta el más desposeído de los
mortales puede dar algo.
La
gente olvida que es mucho más gratificante dar que recibir, en su afán de subir la pesada cuesta que
representa en esta sociedad, la búsqueda
de lo que tienen todos aunque no lo necesiten, privándose de la satisfacción de
ayudar a quienes pueden y la oportunidad de abrir un canal de cálido afecto
entre ellos.
En
lugar de dar las gracias ahora se da una propina, para evitar de paso el
acercamiento que impone el agradecimiento y mantener así la distancia para no
involucrarse en los problemas ajenos.
Malena
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