Madres perfectas no, madres responsables


Las madres que se exigen a sí mismas al máximo para ser indispensables, no siempre son la mejor imagen materna para los hijos, al contrario, esta actitud omnipotente, pueden perjudicarlos.

Una madre puede asumir su maternidad y disfrutar de ello cuando considera a sus hijos como seres independientes con derecho a vivir sus propias vidas, respetándolos y aceptándolos como son, sin la necesidad de obligarlos a ser lo que ella desea.

Su responsabilidad es cumplir un rol que incluya su cuidado, educación y contención para que crezcan sanos y fuertes y aprendan a asumir el control de sus vidas.

Una madre moderna es responsable y brinda dedicación a sus hijos sin dejar de ser la persona que es, y sin dejar de desarrollar intereses propios.

Si tiene que trabajar, eso no impide que controle y planifique las tareas de quienes atienden su hogar y se hacen cargo del cuidado de sus hijos, sin dejar ningún asunto sin contemplar y sin que los niños sientan disminuida su necesidad de protección y cuidado.

Las mujeres que trabajan aún siguen siendo discriminadas para ocupar puestos de jerarquía, por ser madres, por las supuestas exigencias a las que se ven sometidas si tienen hijos, prefiriendo elegir para ocupar los puestos de jerarquía, a los hombres.

Sin embargo, está demostrado que las mujeres superan a los hombres en cuanto a su capacidad para atender eficazmente múltiples tareas al mismo tiempo.

La sobreprotección materna se hereda a través de tres generaciones, por lo que resulta difícil a una mujer con esa herencia, sustraerse a esa necesidad, ya que si no la satisface le genera culpa.

Fracasar como madre es una de las culpas más tóxicas que pueden tener las mujeres aunque se hayan destacado en otros ámbitos, sin contar los sinsabores de tener que enfrentar mientras viva la factura que le pasan los hijos.

Aunque la tendencia actual muestra el valioso aporte de los padres para colaborar con la crianza de los hijos, son las mujeres las que continúan, como siempre asumiendo el rol principal en la supervisión y también las más reacias a delegar esta tarea en otros.

Muchas madres de hijos mayores, a pesar de haber hecho lo posible para hacer felices a sus hijos, siguen arrastrando un sentimiento culposo de no haber hecho lo correcto en su momento; e infieren que algunas eventuales y supuestas desatenciones por parte de ellos, pueden ser una forma de desquite.

Es cierto que los hijos no perdonan pero una madre culposa además de no perdonarse se castiga.

Sentirse indispensable para alguien puede ser algo muy gratificante cuando no se tiene otra cosa, no se ha logrado la autonomía y no se ha tenido nunca la oportunidad de sentirse libre, pero no es lo mejor, porque produce en el otro dependencia que no lo deja desarrollarse y crecer.

El amor se expresa con hechos, pero no exige una dedicación de tiempo completo, porque hasta los niños tienen derecho a respirar su propio oxígeno y a experimentar la propia intimidad sin testigos.

Los hijos también quieren probarse a sí mismos que pueden cumplir con sus obligaciones, también valoran que la madre haya estado siempre que la necesitaron y que haya tomado la debida distancia para que pudieran aprender.

No siempre estarán los padres presentes en todos los momentos de la vida para apoyar a sus hijos con sus problemas, por eso será mucho mejor enseñarles cómo manejar la frustración y ser creativos cuando surjan las dificultades y no ocuparse de sus problemas.

Todos nos identificamos con nuestros padres y en función a nuestras experiencias, o sea que siempre con referencia a ellos podemos ser iguales u opuestos; porque son las figuras más significativas con quienes estamos ligados por lazos de afecto.

Sin embargo, no todos lo reconocemos, porque recién nos damos cuenta cuando somos padres y no podemos evitar ser iguales, aún más estrictos o totalmente diferente a ellos.

Malena