El Amargado


A todas las personas, los contratiempos les suelen borrar la sonrisa del rostro y llenarlos de descontento, pero en mayor o menor grado, la mayoría logra sobreponerse y seguir adelante, ya sea persiguiendo los mismos proyectos con la implementación de nuevas estrategias o proponiéndose nuevos objetivos con otros niveles de exigencia.

Existen quienes viven los desafíos como verdaderos incentivos para sentirse vivos, que el esfuerzo no los asusta, ni tampoco la posibilidad del fracaso; pero hay muchos que se convencen de ser siempre las víctimas y que sin darse cuenta, con esa actitud, van creando a lo largo de sus vidas una cadena de infortunios, supuestamente provocada por una realidad caprichosa poblada de gente malintencionada empeñada en amargarles la vida.

Una persona no nace amargada sino que elige aprender a ser amargada a partir de algún eventual contratiempo que basta, para crear en ella una idea profética; la de no tener suerte, la de ser perdedora o una víctima permanente de las circunstancias.

Lo malo es que estas ideas fijas se instalan en la mente con tanta fuerza que crean en el individuo la plena convicción de que su destino sólo les depara perjuicios, frustración y rechazo, aunque existan evidencias de lo contrario.

Estar aferrado al pasado es otra condición que necesita un amargado para mantener viva su idea, reviviéndolo una y otra vez, pensando que siempre fue y será mejor que su presente, que no volverá a tener las mismas oportunidades, que la culpa de su vida de fracasos la tuvo su educación, su familia, su madre, sus hermanos, su posición económica, etc., menos él.

Las ideas fijas tienen el poder de crear realidades y lo más importante para lograrlo, es creer ciegamente en ellas.

Estas personas, eligen amargarse la vida con toda intención, como si no merecieran otra cosa, como si no tuvieran agallas para atreverse a realizar sus proyectos, como si el temor al fracaso les impidiera avanzar.

Mientras tanto, toda la energía que necesitan para vivir permanece detenida en el tiempo; sin embargo, el quietismo y la parálisis que les producen les reporta un beneficio secundario: la excusa para no ocuparse del presente ni para asumir la responsabilidad por las propias decisiones y acciones.

El amargado adopta la actitud más cómoda, la de derivar hacia otros la responsabilidad de todas las cuestiones que los afectan, eligiendo ser las víctimas.

Sin embargo, la responsabilidad es y será siempre un acto individual e indelegable, porque siempre somos nosotros los que elegimos, aún si decidimos hacer lo que nos dicen los demás.

Somos seres libres condenados a elegir y aún si no elegimos estamos eligiendo no elegir.

El amargado está siempre ensimismado en su sombra y sólo busca compasión; no tiene capacidad para disfrutar de lo que podría proporcionarles un momento de felicidad y terminan quedándose solos, alejando hasta al más entusiasta de quienes lo rodean.

La amargura es una forma pesimista de ver el mundo que distorsiona la realidad, estrecha horizontes,reduce las oportunidades e impide la felicidad.


Malena
Fuente: “El arte de amargarse la vida”; Paul Watzlawick.